El
enigma del Románico
Erótico
Es
indudable que uno de los aspectos que más interés
genera en el aficionado al arte románico es su escultura
e iconografía. Es frecuente ver a los visitantes de una iglesia
románica dedicar un largo rato para observar con detenimiento
la corona de canecillos para interpretar el significado de sus pétreas
tallas.
Ciertamente,
si el románico relaja nuestras mentes gracias a su armonía
y equilibrio arquitectónico, también nos estimula
e inquieta con la fantasía de sus esculturas.
En
este panorama, es la escultura erótica o de contenido sexual
la que, en muchas ocasiones, nos causa mayor extrañeza.
Ciertamente
no deja de sorprender la presencia en numerosas iglesias de canecillos,
metopas y capiteles esculpidos con escenas más o menos subidas
de tono.
Aunque
es por todos conocida la habitualidad con la que otras civilizaciones
esculpían o pintaban escenas eróticas, como en el
caso de los templos hindúes, las pinturas murales romanas
(Pompeya es un buen ejemplo) o las cerámicas griegas, nos
cuesta asimilarlo en el arte religioso cristiano.
Desde
nuestra mentalidad actual, en que la sexualidad conserva una cierta
carga de vergüenza e indecoro, el sitio en que menos podríamos
esperar encontrar esculturas de este tipo es adornando iglesias
cristianas.
Distribución
geográfica
En
el románico español, este arte erótico lo podemos
encontrar en innumerables iglesias. Es claro que la mayor densidad
de iconografía sexual se halla especialmente en el sur de
Cantabria y norte de las provincias de Palencia y Burgos, siendo
el epicentro de este tipo de escultura la célebre Colegiata
de Cervatos, junto a Reinosa.
En
la comunidad cántabra es en la Cuenca del Besaya y las comarcas
de Campoo y Valderredible donde más ejemplos encontramos:
Cervatos, Bolmir, Yermo, etc.
En
Palencia se sitúan en la zona nororiental, en la Montaña
Palentina, que es vecina a Cantabria. Entre los lugares concretos
citamos San Cebrián de Mudá, Revilla de Santullán,
etc.
En
Burgos es frecuente encontrar arte erótico también
en el norte: Tejada, Valdenoceda, etc.
Pero
insistimos en que la difusión es mucho más amplia.
Como ejemplo de ellos, en esta página incluimos imágenes
de escultura románica erótica pertenecientes a iglesias
de otras latitudes: Segovia (Fuentidueña y Brahona del Fresno),
Soria (Castillejo de Robledo) y sureste de Burgos (Vizcaínos)
Tipos
de representaciones del románico erótico
Como ya dijimos,
estas representaciones eróticas se hallan mayoritariamente
en el exterior de las iglesias, muy frecuentemente en canecillos
y menos en metopas. También hay casos (Cervatos) en que la
encontramos en los capiteles de ventanales. Es mucho más
excepcional hallarlas en el interior.
En
las escenas sexuales del arte románico hay una serie de representaciones
que se repiten con frecuencia y que son:
-
Hombres itifálicos (onanistas o no). También se representan animales (por ejemplo, monos) en esta misma actitud.
-
Mujeres mostrando su sexo (se interpreta que cuando llevan su cabeza cubierta por toca se trata de mujeres casadas)
-
Coitos entre humanos
-
Coitos entre animales
Todo ello sin
contar con las frecuentes representaciones de fiestas, juglares,
bailes, etc. En este sentido, no podemos dejar de citar la sensual
representación de la bailarina contorsionista junto al músico
que hallamos en las iglesias aragonesas del Maestro de San Juan
de la Peña.
Algo
de lo que queremos dejar constancia aquí es del hecho de
que, frecuentemente, estos canecillos y capiteles de contenido sexual
se hallan especialmente mutilados o erosionados.
Al
deterioro normal de tantos siglos de existencia, hay que añadir
las agresiones deliberadas de que fueron objeto en el pasado.
Todavía
algunas personas de avanzada edad cuentan cómo, entre los
niños, era costumbre en los pueblos lanzar piedras a éstas
y otras representaciones, en ocasiones animados por el propio párroco.
Interpretaciones del románico erótico
Interpretación
tradicional: censura del pecado
La
interpretación más habitual es que esta iconografía
erótica se expuso en los templos como aviso contra los pecados
de la carne y su correspondiente castigo.
Quienes
apoyan esta tesis suelen citar casos del románico y en el
gótico donde personajes lujuriosos son representados siendo
arrastrados y atormentados en el infierno, o mujeres siendo mordidas
en los pechos y sexo por serpientes.
En
la imagen inferior aparecen dos escenas de la Puerta del Juicio
de la catedral de Tudela (más gótica que románica),
donde parece castigarse el pecado de la lujuria.
En
la de la izquierda, un diablo lleva a dos personajes boca abajo,
atados con cuerdas por los genitales a un palo.
En
la escena derecha, otro horrendo demonio lleva a cuestas a un hombre
y una mujer atados (el escultor ha tenido el cuidado de esculpir
los pechos sobre las cuerdas para diferenciarla del hombre) en lo
que podría ser el castigo del adulterio.
Una
sociedad medieval más liberal en lo relativo al sexo
Podríamos
decir que esta teoría es opuesta a la anterior. Quienes la
apoyan, aseguran que la sociedad del siglo XII tenía conceptos
morales distintos a los actuales y que la represión sexual
era mucho menor.
En
este contexto de inhibición, el sexo sería algo más
cotidiano y menos ocultable que ahora, por lo que los escultores
románicos locales representarían escenas eróticas
como parte de las costumbres normales de la sociedad en que vivían.
Además,
es posible la influencia añadida de Al-Andalus en ese sentido,
por la percepción de sexo por el Islam como fuente de felicidad
y de bien.
Necesidad
Reproductora
Para
otros autores, lo que aquí se exalta es el poder procreador
y la necesidad de reproducción del ser humano.
Por
ejemplo, según María Paz Delgado, estas representaciones
podían tener como fin la estimulación de las relaciones
sexuales y con ello incrementar la concepción de un número
mayor de hijos, en una sociedad con elevada mortalidad infantil
y con una esperanza de vida bajísima.
La
Europa medieval era víctima de frecuentes guerras y mortandades
(incluyendo las provocadas por las Cruzadas) y había que
estimular el crecimiento de la población.
En
España se añadía el factor de la repoblación
de territorios conquistados a los musulmanes que requería
grandes contingentes de personas.
Resumen
Si
la escultura románica encierra en su iconografía todo
un mundo complejo de significados y simbolismos, se nos antoja poco
probable que obtengamos nunca una única y segura interpretación
del arte erótico románico.
Quizás
todas estas interpretaciones tengan algo de verdad o quizás
el románico erótico obedezca a razones todavía
insospechadas.
También
puede ser que estas esculturas estén colocadas allí
para que cada uno saque sus propias conclusiones en función
de sus necesidades e inquietudes (una especie de Test de Roscharch
pétreo, ideado hace ocho siglos).
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Imágenes de un hombre y una mujer exhibiendo sus miembros sexuales. | Archico de la Fundación Santa María la Real
- Los canecillos contienen explícitas escenas de contenido sexual
- En los siglos XI y XII estaban habituados al sexo semi público
- El monasterio de Santa María la Real se dedica a su estudio
Hombres y mujeres exhibiendo impúdicamente todo su cuerpo, individuos
masturbándose, parejas en pleno coito, autofelaciones, y hasta
defecaciones. Imágenes que forman parte de la iconografía medieval y que
como tal aparecen reflejadas en muchos templos románicos.
Tallas de piedra cargadas de un explícito contenido erótico o sexual que fueron cinceladas por los canteros de los siglos XI, XII y XIII, en los canecillos de las iglesias románicas y que nos colocan sobre la pista, para iniciar un apasionante viaje hacia el pensamiento y la mentalidad del hombre del medievo.
Para acercarnos al Románico erótico podemos comenzar por buscar la definición de la palabra canecillo,
ya que es aquí donde mayor número de representaciones subiditas de tono
aparecen. Así pues, los canecillos son pequeñas obras de arte que se
encuentran en buen número de iglesias románicas, que se usaban para
sustentar los aleros de los tejados y de paso mostrar al pueblo los
vicios, las virtudes y las escenas cotidianas de la época que les tocó
vivir.
Una definición tras la que se esconden los tres análisis posibles en cuanto a la intencionalidad de las esculturas eróticas en los templos románicos. Cualquier respuesta podría valer para interpretar unas representaciones que tan bien podrían ajustarse al concepto de vicio como al de virtud. Sin olvidar que tanto el pecado como la dicha han formado siempre parte de la vida, mal que le pesen a los que hacen las leyes, ya sea en nombre de Dios o de la cordura establecida en cada época.
El caso es que nos extraña encontrarnos con escenas tan escandalosas en el arte religioso románico, como si éstas no formaran parte de la cotidianeidad del hombre de la Edad Media. Y para colmo, encontrarlas adornando las iglesias románicas, templos de virtud, oración y devoción, acaba por sacarnos definitivamente los colores.
Pues sí, ejemplos hay, y muchos en el Románico español, que también
en otros países de Europa, como Francia y Alemania. Y dentro de la
geografía española la mayor densidad de iconografía sexual se concentra
en el sur de Cantabria y el norte de las provincias de Palencia y Burgos. Aunque no son nada desdeñables algunos ejemplos todavía palpables en iglesias de Segovia, Soria y Zamora, donde ni el tiempo ni la intolerancia de los siglos posteriores ha conseguido castrar su existencia.
Jaime Nuño, director del Centro de Estudios del Románico de la Fundación Santa María la Real, en Aguilar de Campoo (Palencia), es uno de los pocos estudiosos que se ha empeñado en profundizar, hasta donde se puede, sobre la naturaleza y el significado del Románico erótico. Para empezar Nuño mantiene que hay que analizar los procesos históricos en el contexto en que ocurrieron, dejando a un lado esa tendencia que tenemos los hombres a interpretar hechos pasados utilizando puntos de vista actuales.
Y por obvio que parezca en los siglos XI y XII no había televisión, ni calefacción en las casas, las familias dormían en la misma habitación y la intimidad conyugal era prácticamente nula. De ello se deduce que con toda probabilidad los hombres y las mujeres de esta época estaban bastante acostumbrados al sexo semi público, y seguramente se sonrojaban con menos facilidad que nosotros, los modernos, hablando de sexo.
Primero porque era una sociedad menos culturizada, y por tanto más
desinhibida que la actual, por la que todavía no había pasado la contrarreforma y el puritanismo
que se instaló en la mente de los católicos a partir del Concilio de
Trento. Hasta entonces, canciones, poemas y numerosos escritos aludían
con naturalidad a los actos sexuales, una realidad que se encargó de
castrar la Iglesia, a todos los niveles, con sus conceptos puritanos a
partir del siglo XVI. De hecho en el siglo XIX y principios del XX,
cuando el desnudo era toda una ofensa para los ojos piadosos se
mutilaron muchas estatuas clásicas y el mismo destino corrió la
imaginería eróticas que aparecían en los canecillos románicos.
Por eso no es descabellado pensar que quizá, los que tengamos una perspectiva un tanto pervertida a la hora de interpretar estas pétreas tallas seamos los hombres del siglo XXI, los mismos que hemos heredado por arte y parte de la Iglesia los sentimientos de vergüenza, de indecoro y de vicio, con que nos disponemos a analizar cualquier representación sexual. Porque lo que está claro es que no tenemos ni idea de cómo pensaba al respecto el hombre de la Edad Media, ya que de ellos, solo nos ha llegado lo que la élite de la Iglesia nos ha querido contar y ni que decir tiene que se trata de una parte bastante entrenada a la hora de manipular y distorsionar la Historia con mayúsculas. Eso sí, siempre en nombre del Señor.
Por suerte, en Castilla y León hemos guardado ese secreto durante ocho siglos y hoy cualquiera puede admirar los volúmenes de piedra, dejar volar su imaginación y sacar sus propias conclusiones. Que estas tallas estén ahí para censurar el pecado, para fomentar la reproducción, en una época en que la mortalidad infantil era tremenda, o simplemente porque formaban parte de la vida cotidiana de una sociedad medieval que se adivina más liberal de lo que siempre se ha creído, forma parte de un enigma todavía por resolver.
Con sus representaciones eróticas, el arte románico ha dejado una puerta abierta a las interpretaciones sobre el modo de vida del hombre del medievo, un final abierto, como en el cine, al que cada uno puede poner picante a su gusto.
--
Sin embargo, que este tipo de “arte obsceno” esté presente en muchos templos cristianos de toda Europa, y sobre todo en aquellos de época románica, suele ser motivo de asombro para muchos de sus visitantes, que no esperan encontrar escenas y poses eróticas, cuando no directamente pornográficas, en un recinto religioso.
Y sin embargo, ahí están, para sorpresa de turistas y –en ocasiones–, desconcierto de los historiadores, pues aún hoy no existe un consenso definitivo sobre la finalidad y significado de estas singulares muestras de arte escultórico.
Estas figuras y escenas de alto contenido sexual –hay hombres y mujeres tocándose o mostrando los órganos sexuales, parejas practicando el coito, e incluso autofelaciones– aparecen representadas en templos medievales de toda Europa, pero en España aparecen con mayor frecuencia en una región concreta: la que se encuentra al sur de Cantabria, y el norte de las provincias de Burgos y Palencia.
En esta zona son varios los templos que muestran en canecillos –el lugar más habitual–, capitales y relieves escenas “subidas de tono” pero, sin duda alguna, hay una iglesia sobresale por encima de las demás –tanto por el número como por la variedad– en lo que a representaciones eróticas se refiere: la colegiata de San Pedro de Cervatos, cerca de Reinosa (Cantabria).
Lo habitual, como sucede en Cervatos, es que estas representaciones tan singulares estén en el exterior del templo –generalmente, como decíamos, en los canecillos–, y muy rara vez en el interior. Con probabilidad, esto se debía a que el interior del templo se correspondía con el espacio sagrado y divino, mientras que el exterior se identificaba con lo profano y terrenal.
Como avanzábamos antes, la cuestión más delicada respecto a estas llamativas representaciones reside en su significado último, en el mensaje que pretendían transmitir los maestros escultores del románico que plasmaron a estos hombres y mujeres practicando sexo –solos o en compañía–, de forma tan explícita.
La hipótesis más extendida –y que comparten buena parte de expertos e historiadores del arte– es que se trata de imágenes que buscan condenar los pecados de la carne, como la lujuria, advirtiendo a los pecadores de las consecuencias de dejarse arrastrar por el vicio.
Esta teoría parece bastante plausible, pues no faltan en algunos casos representaciones de carácter inequívocamente sexual, como las imágenes de mujeres con los pechos y el sexo mordidos por sapos y culebras –símbolo de la lujuria–, que están acompañadas del consiguiente castigo, a menudo en forma de demonios que castigan al pecador con los tormentos del infierno.
Esta hipótesis, sin embargo, parece más endeble cuando se trata de casos como el de la colegiata de Cervatos, donde no aparecen esos castigos junto a los “pecadores”, y además gran parte de las esculturas –y no sólo algunas de forma aislada– parecen ahondar en el mismo “mensaje”.
En este caso, algunos autores han sugerido que este tipo de representaciones podrían ser simplemente una muestra de que la sociedad medieval vivía el sexo de una forma mucho más natural y liberada de lo que imaginamos, y que por tanto nuestra percepción sobre la moral en la Edad Media es equivocada.
Así, estas representaciones eróticas sólo estarían mostrando que para las gentes de la época el sexo era un acto cotidiano y normal, no necesariamente pecaminoso, y de ahí que se representara de forma tan explícita en capiteles y canecillos.
[Relacionado: Provocadores natos]
En uno u otro caso, la presencia de estas llamativas imágenes –sea cual sea su mensaje–, no hacen sino mostrar, una vez más, la riqueza y complejidad del simbolismo románico, a menudo causa de numerosos quebraderos de cabeza para los investigadores que intenta descifrar su significado.
Tallas de piedra cargadas de un explícito contenido erótico o sexual que fueron cinceladas por los canteros de los siglos XI, XII y XIII, en los canecillos de las iglesias románicas y que nos colocan sobre la pista, para iniciar un apasionante viaje hacia el pensamiento y la mentalidad del hombre del medievo.
Una definición tras la que se esconden los tres análisis posibles en cuanto a la intencionalidad de las esculturas eróticas en los templos románicos. Cualquier respuesta podría valer para interpretar unas representaciones que tan bien podrían ajustarse al concepto de vicio como al de virtud. Sin olvidar que tanto el pecado como la dicha han formado siempre parte de la vida, mal que le pesen a los que hacen las leyes, ya sea en nombre de Dios o de la cordura establecida en cada época.
El caso es que nos extraña encontrarnos con escenas tan escandalosas en el arte religioso románico, como si éstas no formaran parte de la cotidianeidad del hombre de la Edad Media. Y para colmo, encontrarlas adornando las iglesias románicas, templos de virtud, oración y devoción, acaba por sacarnos definitivamente los colores.
Jaime Nuño, director del Centro de Estudios del Románico de la Fundación Santa María la Real, en Aguilar de Campoo (Palencia), es uno de los pocos estudiosos que se ha empeñado en profundizar, hasta donde se puede, sobre la naturaleza y el significado del Románico erótico. Para empezar Nuño mantiene que hay que analizar los procesos históricos en el contexto en que ocurrieron, dejando a un lado esa tendencia que tenemos los hombres a interpretar hechos pasados utilizando puntos de vista actuales.
Y por obvio que parezca en los siglos XI y XII no había televisión, ni calefacción en las casas, las familias dormían en la misma habitación y la intimidad conyugal era prácticamente nula. De ello se deduce que con toda probabilidad los hombres y las mujeres de esta época estaban bastante acostumbrados al sexo semi público, y seguramente se sonrojaban con menos facilidad que nosotros, los modernos, hablando de sexo.
Por eso no es descabellado pensar que quizá, los que tengamos una perspectiva un tanto pervertida a la hora de interpretar estas pétreas tallas seamos los hombres del siglo XXI, los mismos que hemos heredado por arte y parte de la Iglesia los sentimientos de vergüenza, de indecoro y de vicio, con que nos disponemos a analizar cualquier representación sexual. Porque lo que está claro es que no tenemos ni idea de cómo pensaba al respecto el hombre de la Edad Media, ya que de ellos, solo nos ha llegado lo que la élite de la Iglesia nos ha querido contar y ni que decir tiene que se trata de una parte bastante entrenada a la hora de manipular y distorsionar la Historia con mayúsculas. Eso sí, siempre en nombre del Señor.
Por suerte, en Castilla y León hemos guardado ese secreto durante ocho siglos y hoy cualquiera puede admirar los volúmenes de piedra, dejar volar su imaginación y sacar sus propias conclusiones. Que estas tallas estén ahí para censurar el pecado, para fomentar la reproducción, en una época en que la mortalidad infantil era tremenda, o simplemente porque formaban parte de la vida cotidiana de una sociedad medieval que se adivina más liberal de lo que siempre se ha creído, forma parte de un enigma todavía por resolver.
Con sus representaciones eróticas, el arte románico ha dejado una puerta abierta a las interpretaciones sobre el modo de vida del hombre del medievo, un final abierto, como en el cine, al que cada uno puede poner picante a su gusto.
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Detalle de varios canecillos eróticos en la colegiata de Cervatos | Crédito: Flickr! - Alfonsobenayas
Es bien sabido que desde la Antigüedad, y en todas las culturas, no han faltado obras de arte con temas eróticos como protagonistas: tanto algunas de las famosas pinturas murales de Pompeya, como una buena parte de la singular cerámica Moche o las sugerentes estampas shunga japonesas plasmaron –para disfrute del espectador–, escenas sexualmente explícitas.
[Relacionado: El polémico y sensual retrato de “Madame X”]Sin embargo, que este tipo de “arte obsceno” esté presente en muchos templos cristianos de toda Europa, y sobre todo en aquellos de época románica, suele ser motivo de asombro para muchos de sus visitantes, que no esperan encontrar escenas y poses eróticas, cuando no directamente pornográficas, en un recinto religioso.
Y sin embargo, ahí están, para sorpresa de turistas y –en ocasiones–, desconcierto de los historiadores, pues aún hoy no existe un consenso definitivo sobre la finalidad y significado de estas singulares muestras de arte escultórico.
Estas figuras y escenas de alto contenido sexual –hay hombres y mujeres tocándose o mostrando los órganos sexuales, parejas practicando el coito, e incluso autofelaciones– aparecen representadas en templos medievales de toda Europa, pero en España aparecen con mayor frecuencia en una región concreta: la que se encuentra al sur de Cantabria, y el norte de las provincias de Burgos y Palencia.
En esta zona son varios los templos que muestran en canecillos –el lugar más habitual–, capitales y relieves escenas “subidas de tono” pero, sin duda alguna, hay una iglesia sobresale por encima de las demás –tanto por el número como por la variedad– en lo que a representaciones eróticas se refiere: la colegiata de San Pedro de Cervatos, cerca de Reinosa (Cantabria).
Lo habitual, como sucede en Cervatos, es que estas representaciones tan singulares estén en el exterior del templo –generalmente, como decíamos, en los canecillos–, y muy rara vez en el interior. Con probabilidad, esto se debía a que el interior del templo se correspondía con el espacio sagrado y divino, mientras que el exterior se identificaba con lo profano y terrenal.
Como avanzábamos antes, la cuestión más delicada respecto a estas llamativas representaciones reside en su significado último, en el mensaje que pretendían transmitir los maestros escultores del románico que plasmaron a estos hombres y mujeres practicando sexo –solos o en compañía–, de forma tan explícita.
La hipótesis más extendida –y que comparten buena parte de expertos e historiadores del arte– es que se trata de imágenes que buscan condenar los pecados de la carne, como la lujuria, advirtiendo a los pecadores de las consecuencias de dejarse arrastrar por el vicio.
Esta teoría parece bastante plausible, pues no faltan en algunos casos representaciones de carácter inequívocamente sexual, como las imágenes de mujeres con los pechos y el sexo mordidos por sapos y culebras –símbolo de la lujuria–, que están acompañadas del consiguiente castigo, a menudo en forma de demonios que castigan al pecador con los tormentos del infierno.
Esta hipótesis, sin embargo, parece más endeble cuando se trata de casos como el de la colegiata de Cervatos, donde no aparecen esos castigos junto a los “pecadores”, y además gran parte de las esculturas –y no sólo algunas de forma aislada– parecen ahondar en el mismo “mensaje”.
En este caso, algunos autores han sugerido que este tipo de representaciones podrían ser simplemente una muestra de que la sociedad medieval vivía el sexo de una forma mucho más natural y liberada de lo que imaginamos, y que por tanto nuestra percepción sobre la moral en la Edad Media es equivocada.
Así, estas representaciones eróticas sólo estarían mostrando que para las gentes de la época el sexo era un acto cotidiano y normal, no necesariamente pecaminoso, y de ahí que se representara de forma tan explícita en capiteles y canecillos.
[Relacionado: Provocadores natos]
En uno u otro caso, la presencia de estas llamativas imágenes –sea cual sea su mensaje–, no hacen sino mostrar, una vez más, la riqueza y complejidad del simbolismo románico, a menudo causa de numerosos quebraderos de cabeza para los investigadores que intenta descifrar su significado.