viernes, 25 de mayo de 2018

Carl Gustav Jung, el Nazismo - Dulles jefe OSS - CIA

Jung pensaba que sólo su teoría, conocida como psicología analítica, lograba explicar realmente el surgimiento del nazismo, la grandeza de Adolfo Hitler y la supremacía psicológica del alma alemana sobre el inconsciente de los otros pueblos.
 Jung estaba seguro de que tan pronto como los líderes nazis se dieran cuenta de las coincidencias entre su pensamiento y la ideología del nacionalsocialismo, él pasaría a formar parte de las luminarias académicas a quienes los nazis acostumbraban tributar un enorme reconocimiento.


Carl Gustav Jung y el Nazismo   Laura Ibarra García  Centro de Estudios Europeos     Universidad de Guadalajara


El inconsciente ario tiene un potencial mayor que el judío [...]. A mi juicio, la actual psicología médica ha cometido un grave error al aplicar indiscriminadamente categorías, que ni siquiera son válidas para todos los judíos, a los germanos cristianos o eslavos [...]. La psicología médica ha sostenido que el secreto más precioso de los germanos, el fondo de su alma creadora y llena de fantasía, es un pantano infantil y banal, mientras que por décadas, mi voz que advertía de ello, ha estado bajo la sospecha de ser antisemita. 
La sospecha provino de Freud. Éste no conocía el alma germana, como tampoco la conocen sus seguidores.

Estas palabras fueron escritas por C. G. Jung en enero de 1934. Ellas dejan ver el rumbo que tomaría el psicoanalisis en Alemania durante los once años en que el país estaría dominado por los nazis. Mientras Sigmund Freud y Alfred Adler, quienes pertenecían a la comunidad judía de Viena, eran blanco de numerosas difamaciones que aparecían en periódicos nacionales y en revistas especializadas, Jung sintió que había llegado la hora en que el régimen alemán lo habría de reconocer como uno de sus grandes intelectuales.

Jung pensaba que sólo su teoría, conocida como psicología analítica, lograba explicar realmente el surgimiento del nazismo, la grandeza de Adolfo Hitler y la supremacía psicológica del alma alemana sobre el inconsciente de los otros pueblos.
Jung estaba seguro de que tan pronto como los líderes nazis se dieran cuenta de las coincidencias entre su pensamiento y la ideología del nacionalsocialismo, él pasaría a formar parte de las luminarias académicas a quienes los nazis acostumbraban tributar un enorme reconocimiento.

A principios de 1933, Jung empezó a ser considerado en Alemania como el renovador de la psicología y de la psiquiatría. Él había venido a rescatarlas del estado de descomposición en que habían sido sumergidas por los judíos psicoanalistas. En ese mismo año, empezaron a ser quemados públicamente los libros de Freud. Los nacionalsocialistas recomendaban recitar en el momento en que éstos eran lanzados al fuego lo siguiente: "En contra de la sobrevaloración de la vida sexual que destruye el alma, y por la nobleza del alma humana, entrego a las llamas los escritos de un tal Sigmund Freud".

En junio de 1933, C. G. Jung fue nombrado presidente de la Sociedad Médica de Psicoterapia, que agrupaba asociaciones de diversos países. Los miembros de la Asociación Psicoanalítica Alemana, que tenía más de veinte años de existencia, la fueron abandonando, voluntariamente o por presiones políticas, e ingresaban a la Sociedad Alemana Médica de Psicoterapia, que se formó en 1934.


Como presidente de esta sociedad fue designado el psiquiatra M. H. Goering, primo del ministro de Aviación, Hermann Goering, el hombre más importante del régimen, después de Hitler. Gracias a los esfuerzos del psicoanalista Ernest Jones, quien gozaba en ese entonces de un gran prestigio internacional, fue posible que el doctor Goering permitiera que la Sociedad Psicoanalítica Alemana continuara existiendo como una división dentro de la Sociedad Alemana Médica de Psicoterapia.

En diciembre de 1933 fue publicada la declaración de principios que regía a esta sociedad. El escrito fue redactado por el mismo doctor Goering. En él se afirma lo siguiente:

Esta sociedad tiene la tarea [...] de unir a todos los médicos alemanes [...] que pretenden formarse y practicar la terapia psiquiátrica conforme a las concepciones nacionalsocialistas. La Sociedad presupone que todos sus miembros activos, los que hacen uso tanto de la palabra verbal como escrita, han trabajado el libro fundamental de Adolfo Hitler, Mi lucha, con toda la seriedad científica y lo reconocen como fundamento. La Sociedad pretende colaborar en la obra del Kanzler, educando al pueblo alemán hacia una convicción heroica orientada al sacrificio.

Aunque años más tarde Jung negó haber tenido conocimiento de esta declaración de principios antes de su publicación, él era en ese entonces editor y responsable de la Revista de Psicoterapia, en la cual fue dada a conocer la declaración. Las páginas editoriales del número en que apareció la declaración fueron escritas por el mismo Jung, y su contenido se apega al sentido de las palabras del doctor Goering: "Las diferencias que realmente existen desde hace mucho tiempo entre la psicología germana y la judía no deben continuar siendo ignoradas; para la ciencia, esto sólo puede ser provechoso". Con ello, Jung mostraba que no sólo estaba interesado en señalar las diferencias entre ambas psicologías, sino en proclamar la superioridad de la psicología alemana frente a la judía. Jung, por cierto, nunca se distanció públicamente del manifiesto psiquiátrico del doctor Goering.


Diversas publicaciones muestran que Jung participó voluntaria y conscientemente en las difamaciones que se divulgaban sobre los judíos y el psicoanálisis. A principios de 1934, en su artículo "Sobre la situación actual de la psicoterapia", afirma que el judío, como "nómada", no puede crear jamás una cultura propia; para desarrollar sus instintos y talentos tiene que apoyarse en un "pueblo anfitrión más o menos civilizado".

En este mismo artículo, Jung se empeñó en hacer notar la imposibilidad del psicoanálisis judío de explicar el surgimiento del nacionalsocialismo, y lo acertado y útil que resultaba su propia psicología en este sentido. "¿Ha podido (el psicoanálisis de Freud) esclarecer la grandiosa aparición del nacionalsocialismo al que todo el mundo observa con los ojos llenos de sorpresa? ¿Dónde se encontraba el ímpetu silencioso y la fuerza cuando todavía no había nacionalsocialismo? Ella se encontraba escondida en el alma germana, en aquel profundo fondo, el cual es todo lo contrario a la cloaca de los deseos infantiles insatisfechos y de los resentimientos familiares latentes". Jung va tan lejos en su deseo de desprestigiar las enseñanzas de Freud, que llega a señalar la concepción de éste sobre la neurosis como "la sucia fantasía de adolescente tenida por su autor".

En Suiza, algunos psicoanalistas reaccionaron con toda firmeza en contra de la posición de Jung. Entre ellos destaca Gustavo Bally, quien publicó en uno de los principales diarios del país, el Neue Zuercher Zeitung, fuertes críticas a las coincidencias de Jung con el nacionalsocialismo en lo que respecta al racismo, la ideología aria y el desprecio a los judíos.


Aunque muchos de los discípulos de Jung trataron, y aún lo hacen, de minimizar y restar importancia a su convencimiento y entusiasmo por el nacionalsocialismo, los testimonios son contundentes. Artículos, cartas y entrevistas constatan que Jung no sólo simpatizaba con las ideas de los nazis, sino que trató de devaluar la persona de Freud, de excluir su obra de los países de habla alemana y de beneficiarse a sí mismo de todo esto.

En una carta enviada a Wolfgang Kranefeld, un discípulo de Jung en Alemania y ferviente partidario del nacionalsocialismo, Jung aboga por una prohibición del "psicoanálisis judío": "Como es conocido, contra la necedad no se puede hacer nada, pero en este caso los arios pueden señalar que con Freud y Adler se están predicando públicamente puntos de vista específicamente judíos. Puntos de vista que, por cierto, tienen un carácter esencialmente destructor. Si la promulgación de este evangelio judío le resulta agradable al gobierno, pues es así y basta. Pero, por otra parte, existe la posibilidad de que esto no le fuera tan cómodo al gobierno...".


El 26 de junio de 1933, Jung concedió una entrevista a la Radio de Berlín en la que dio a conocer sus opiniones e intereses. Jung fue presentado por su entrevistador, el doctor Weizsaecker, uno de sus discípulos, como el "conocido psicólogo de Zurich, quien frente al destructivo psicoanálisis de Sigmund Freud logró oponer su psicología constructiva". El director del programa mencionó que el padre de Jung era un pastor protestante, mientras que Freud y Adler eran judíos. Por ello, según el doctor Weizsaecker, Jung contaba con un terreno totalmente diferente en su perspectiva general frente al ser humano.

En esta entrevista, Jung criticó la psicología de Freud y Adler como "una psicología enemiga de la vida". A la pregunta expresa sobre las diferencias entre su pensamiento y la psicología de Freud y Adler, manifestó: "Mire usted, uno de los privilegios más bellos del espíritu germano es dejarse influir sin condiciones por la totalidad de la creación en su inagotable diversidad. Freud y Adler sostienen sólo un punto de vista individual (sexualidad, anhelo de poder) frente al todo. La teoría de estos autores distorsiona el poderoso sentido de la totalidad hasta la necedad y la belleza propia de la totalidad hasta el ridículo". Para subrayar su distanciamiento con respecto a estos dos autores, Jung afirma que él "nunca pudo conformarse con estas posiciones enemigas de la vida". El doctor Weizsaecker le agradeció en especial esta aclaración, y afirmó que "precisamente esta respuesta sería para muchos una liberación".


Jung acentuó, de nuevo, la ventaja de su psicología sobre cualquier otra teoría. Ella no sólo está en situación de explicar los acontecimientos políticos en Alemania, sino también los cambios paralelos que en el arte y en la filosofía ocurrían en ese tiempo.


Tres años más tarde, en 1936, Jung publicó su famoso Himno a Wotan, el antiguo dios germano de las tormentas y del rayo. Esta divinidad es quien, desde el inicio de los tiempos, escondido en el alma alemana, desencadena las pasiones y el ansia de lucha. Para Jung, "el dios de los alemanes" explica más el nacionalsocialismo que los factores económicos, políticos y psicológicos.


En 1939, Jung concedió una entrevista al periodista norteamericano H. R. Knickerbocher en Zurich. En ese año, la política agresiva de los nazis estaba a la vista de todos: Austria, la ciudad de Dánzig, en Polonia, y la región de los sudetes, en Checoslovaquia, habían sido "anexadas" al tercer reich. La persecución de los judíos era entonces brutal y evidente. La Noche de los Cristales Rotos, en que las casas y negocios de los judíos habían sido apedreados o saqueados, había sucedido en noviembre de 1938. Nadie podía ignorar lo que estaba ocurriendo.


Jung, que entonces tenía sesenta y tres años, afirmó que "la mirada soñadora" de Hitler, "el rasgo más prominente de su fisonomía", lo había impresionado. "En sus ojos -decía- se encuentra la mirada de un vidente. Hitler es el altavoz que amplifica el murmullo inaudible del alma alemana". Él "se deja tocar por su inconsciente". Para Jung, el Führer es "como un hombre que atento escucha una corriente de inspiraciones, de cuya fuente escondida sale una vocecita y que conforme a ella actúa". "Hitler escucha y obedece" pues, según Jung, "el verdadero Führer siempre es dirigido".


En esta entrevista, Jung no sólo expresó su admiración por Hitler, sino que refirió también su simpatía por Mussolini. En comparación con Hitler, quien es "chamán, mitad dios, mito", Mussolini "es un hombre". Jung afirmaba haber descubierto en el dictador italiano "determinado corte de un hombre auténtico que dispone para ciertas cosas de muy buen gusto". Eran muestras de este "buen gusto" el hecho de que Mussolini haya tolerado al rey de Italia en su puesto y que él mismo se hiciera llamar "Duce" y no "Doge", como en la antigua Venecia.


Jung confesó al periodista norteamericano que después de haber experimentado "la gran felicidad de encontrarse a sólo unos pasos del Duche y del Führer" en un desfile militar en Berlín, se sintió un poco decepcionado por la seria actitud mostrada por Hitler. La emocionalidad del fascista Mussolini, por el contrario, le encantó. Jung admitió haber compartido con él su entusiasmo por el paso de punta en la marcha militar. "Frente a este paso -relata- Mussolini aplaudió con alegría; estaba tan contento como un niño pequeño en el circo".

Mientras Jung trataba de hacerse notar en los círculos nazis revistiendo la ideología nacionalsocialista de psicología profunda y justificando psicológicamente el racismo, Freud, su maestro y amigo paternal durante más de ocho años, tuvo que abandonar Viena y exiliarse, junto con su familia, en Londres. A los ochenta y dos años, no le fue fácil abandonar la ciudad en la que había vivido casi toda su vida. Pese a los esfuerzos de Freud por salvar la vida de sus cuatro hermanas, éstas fueron asesinadas en los campos de concentración de Auschwitz y de Thereseinstadt. Según un testigo que sobrevivió al holocausto, una de ellas, antes de entrar a la cámara de gas, gritaba: "Aquí hay un error, yo soy la hermana de Sigmund Freud".

A diferencia de sus seguidores, que aún hoy se empeñan en reprimir o ignorar las simpatías de su maestro por el nacionalsocialismo, Jung admitió haber cometido un error. Después de finalizar la guerra, en 1946, Leo Baeck, profesor de historia de la religión y representante de la comunidad judía, aceptó, aunque no de muy buena gana, conversar con Jung. 
 
Este rabino, así como Ernst Bloch, Thomas Mann, Erich Fromm y Herbert Marcuse, entre otros, había criticado con dureza el apoyo que Jung brindó públicamente al nacionalsocialismo y su pretensión de legitimar mediante la psicología el dominio nazi. En esta entrevista, Jung intentó defenderse y, aunque trató de transferir la culpa a los alemanes y su patología, reconoció "haber resbalado".

Sin embargo, hasta su muerte, ocurrida en 1961, Jung no logró distanciarse de su producción ideológica de los años treinta ni analizar las coincidencias entre sus ideas y la propaganda nazi. Esta tarea está aún por hacerse.

“Temiendo por la destrucción de la obra de toda su vida, y a que lo vincularan a Hitler o al hitlerismo, al finalizar la Guerra Jung sufrió tres ataques al corazón”, afirmó el esotérico nazi chileno Miguel Serrano (1). Empero los hechos demuestran que la causa habría sido otra. El sabio suizo ocultaba un impensado secreto que daba a su persona una calidad mucho más allá de su reconocido genio científico o intelectual. 

Escribe el Dr. Antonio LAS HERAS
¡Cuánto se ha hablado, escrito y dicho sobre el nazismo profesado por Carl Gustav Jung, el célebre sabio suizo creador de la Psicología de los Arquetipos, quien fuera primero discípulo privilegiado de Sigmund Freud, luego disidente y finalmente amplificador – en la opinión de muchos – del Psicoanálisis freudiano! Para ofrecer una óptica más complicada de este asunto, el hecho de que – por un lado – Sigmund Freud, al igual que Alfred Adler y otros que acompañaron al Maestro de Viena en los comienzos, fueran judíos, mientras el Mago de Zurich era cristiano, ayudó a sostener la idea de que Jung veía con agrado a Hitler y sus proyectos.

Al respecto dice la web www.dios.com.ar – dirigida por el periodista argentino Alejandro Agostinelli – que “Respecto a su relación con el nacionalsocialismo, Arnold Künzli reveló que Jung, fascinado por su teoría del inconsciente colectivo y los arquetipos, “cayó bajo la égida de Hitler”, el nazismo y Mussolini. Ayudó incluso en las persecuciones a judíos y al antisemitismo racista con una dignificación desde su psicología profunda. En un diario alemán, en 1933, el año del ascenso de Adolf Hitler al poder, Jung escribió sobre “las realmente existentes… diferencias de las psicologías germanas y judías” y, en 1934, en el mismo periódico, profundizó la misma idea: “el inconsciente ario tiene un mayor potencial que el judío”, argumentos que según algunos autores utilizó como tiro por elevación contra Freud y Adler”. (2)
Las acusaciones sobre el nazismo en Jung comenzaron ya antes de la Segunda Guerra Mundial y continuaron hasta el fin de su vida, afectando siempre de algún modo no sólo la vida y obra del sabio suizo sino por añadidura la de algunos de sus familiares e, inclusive, la de quienes optaron por practicar su escuela psicológica hoy reconocida como Psicología Junguiana. Las aclaraciones hechas por Jung durante décadas así como las vertidas por sus más cercanos discípulos, algunos de ellos judíos, como es el caso de Aniela Jaffe, nunca resultaron suficientes como para borrar y disolver de manera definitiva el baldón de que Jung hubiera sido nazi. (3)
Y, en verdad, los hechos documentales con los que se contó hasta hace pocos años llevaban a deducir que esto, al menos en parte, era correcto. En la vida del psiquiatra suizo había demasiados acontecimientos que lo mostraban directamente vinculado a la Alemania nazi.
TRABAJANDO JUNTO A LOS NAZIS
En 1930 la Asociación Alemana de Psicoterapia designa presidente honorario a Jung. Esa será, precisamente, la entidad que, tras asumir Hitler al poder, es disuelta e integrada a la Sociedad Internacional de Psicoterapia, de mayor envergadura que la anterior por su condición internacional, ya que reunía a entidades similares con sede en otros países europeos. C. G. Jung es designado su presidente en junio de 1933. Acusado ya en 1934 de actuar en una organización de origen nazi, Jung respondió sosteniendo que su presencia permitía salvaguardar la actividad de los psicoanalistas alemanes de sangre judía. A su vez aceptó dirigir la Zentralblatt fur Psychotherapie (Revista de Psicoterapia). Tanto la sociedad como la publicación tuvieron marcada filiación nazi y antisemita.
En diciembre de 1933 la Zentralblatt fur Psychotherapie publica la declaración de principios que regían a la Sociedad Alemana Médica de Psicoterapia escrita de puño y letra de su presidente; nada menos que por el psiquiatra M. H. Goering, primo del ministro de Aviación Hermann Goering, el hombre más importante del régimen, después de Hitler. Allí se lee:
“Esta sociedad tiene la tarea … de unir a todos los médicos alemanes … que pretenden formarse y practicar la terapia psiquiátrica conforme a las concepciones nacionalsocialistas. La sociedad presupone que todos sus miembros activos, los que han hecho uso tanto de la palabra verbal como escrita, han trabajado el libro fundamental de Adolfo Hitler, Mi lucha, con toda la seriedad científica y lo reconocen como fundamento. La sociedad pretende colaborar en la obra del Kanzler, educando al pueblo alemán hacia una convicción heroica orientada al sacrificio”.
Transcurrió mucho tiempo hasta que Jung, en una entrevista con la analista junguiana, estudiosa de la simbología del Extremo Oriente y arqueóloga Carol Baumann (4), explica lo sucedido de esta manera:
“Yo, como suizo, acepté esta posición (presidente de la Sociedad Médica de Psicoterapia) con el fin de preservar un espíritu de cooperación científica entre todos los doctores europeos ante el antisemitismo nazi que entonces empezaba a alzar cabeza. Era imposible luchar abiertamente contra la intolerancia nazi sin que peligrara la posición de todos los doctores alemanes, y de los judíos alemanes en particular … La tarea que yo había aceptado, la preservación de una sociedad internacional no política, finalmente se volvió una carga muy pesada, y en realidad una empresa imposible. En tanto, traté de cumplir con mi deber en este respecto como cualquier otro hombre decente habría hecho en mi lugar. Varias veces me quise retirar, pero los representantes inglés y holandés me hicieron una petición urgente, suplicándome “que me quedara en beneficio de toda la organización”, y me quedé. No se debe abandonar a quien se encuentra en un agujero. Fue muy útil para mucha gente que yo permaneciera en ese puesto. Se podría decir que un tonto idealismo hizo que yo aguantara, pero me parecía injusto dejar en las astas del toro a toda la gente que se adhería a mí. Mi posición era: no soy la rata que abandona el barco, así que no renuncié hasta fines de 1939, cuando empezó la guerra y yo ya no era de utilidad. Entonces todas las comunicaciones internacionales se interrumpieron”
En relación a la proximidad del primo de Herman Goering, Jung aclara en la misma entrevista que:
“A los nazis les agradaba mucho publicar mi nombre como una de sus conquistas suizas cuando trataban de levantar su menguante reputación ante los ojos del mundo…El hecho de que mi nombre se asociara con el de Goering en el consejo editorial de la Zentralblatt por supuesto me colocó en una posición cada vez más falsa, especialmente cuando él publicó su famoso pronunciamiento sobre Mi lucha. Este texto se incluyó en la Zentralblatt sin mi consentimiento”.
Pero, en enero de 1934, el suizo mismo escribía:
El inconsciente ario tiene un potencial mayor que el judío… A mi juicio, la actual psicología médica ha cometido un grave error al aplicar indiscriminadamente categorías, que ni siquiera son válidas para todos los judíos, a los germanos cristianos o eslavos…. La psicología médica ha sostenido que el secreto más precioso de los germanos, el fondo de su alma creadora y llena de fantasía, es un pantano infantil y banal, mientras que por décadas, mi voz que advertía de ello, ha estado bajo la sospecha de ser antisemita. La sospecha provino de Freud. Éste no conocía el alma germana, como tampoco la conocen sus seguidores”.
POLEMICAS DECLARACIONES
En 1939, cuando el nazismo estaba avanzado y la política hitleriana se hacía más y más evidente para el análisis de cualquier persona mínimamente inteligente,     Hubert Renfro Knickerbocker – periodista y escritor norteamericano – entrevista en Zurich a Jung.
Jung hace al periodista algunas afirmaciones sorprendentes, salvo – claro está – que fuera un nazi fascista quien las estuviera efectuando. De esta manera se refiere a “la mirada soñadora” que encuentra en Hitler – “chamán, mitad dios, mito” – aclarando que lo había impresionado “el rasgo más prominente de su fisonomía.” Seguido, agrega: “En sus ojos se encuentra la mirada de un clarividente”. No conforme con ello, Jung dirá: “Hitler es el altavoz que amplifica el murmullo inaudible del alma alemana”; “se deja tocar por su inconsciente”. Y que el Führer es “como un hombre que atento escucha una corriente de inspiraciones, de cuya fuente escondida sale una vocecita y que conforme a ella actúa”. “Hitler escucha y obedece” dirá Jung, concluyendo que “el verdadero Führer siempre es dirigido”.
En el mismo encuentro con H. R. Knickerbocker habla Jung sobre el Duce: “Mussolini es un hombre” con el “determinado corte de un hombre auténtico que dispone para ciertas cosas de muy buen gusto”. Jung comenta que habiendo estado él presente en un desfile militar ocurrido en Berlín “la gran felicidad (que experimentó) de encontrarse a sólo unos pasos del Duche y del Führer” aunque “un poco decepcionado por la seria actitud mostrada por Hitler”.
“Mientras Jung trataba de hacerse notar en los círculos nazis – escribía hace unos años Laura Ibarra García (Centro de Estudios Europeos, Universidad de Guadalajara) – revistiendo la ideología nacionalsocialista de psicología profunda y justificando psicológicamente el racismo, Freud, su maestro y amigo paternal durante más de ocho años, tuvo que abandonar Viena y exiliarse, junto con su familia, en Londres. A los ochenta y dos años, no le fue fácil abandonar la ciudad en la que había vivido casi toda su vida. Pese a los esfuerzos de Freud por salvar la vida de sus cuatro hermanas, éstas fueron asesinadas en los campos de concentración de Auschwitz y de Thereseinstadt. Según un testigo que sobrevivió al holocausto, una de ellas, antes de entrar a la cámara de gas, gritaba: “Aquí hay un error, yo soy la hermana de Sigmund Freud”.
“A diferencia de sus seguidores, que aún hoy – continua Laura Ibarra García – se empeñan en reprimir o ignorar las simpatías de su maestro por el nacionalsocialismo, Jung admitió haber cometido un error. Después de finalizar la guerra, en 1946, Leo Baeck, profesor de historia de la religión y representante de la comunidad judía, aceptó, aunque no de muy buena gana, conversar con Jung. Este rabino, así como Ernst Bloch, Thomas Mann, Erich Fromm y Herbert Marcuse, entre otros, había criticado con dureza el apoyo que Jung brindó públicamente al nacionalsocialismo y su pretensión de legitimar mediante la psicología el dominio nazi. En esta entrevista, Jung intentó defenderse y, aunque trató de transferir la culpa a los alemanes y su patología, reconoció “haber resbalado”.
“Sin embargo, hasta su muerte, ocurrida en 1961, Jung no logró distanciarse de su producción ideológica de los años treinta ni analizar las coincidencias entre sus ideas y la propaganda nazi. Esta tarea está aún por hacerse”, termina Ibarra García. (5), (6)
Este tipo de declaraciones son las que, con el paso del tiempo, fueron confirmando la conducta filonazi del Mago de Zurich. Sobre todo por el hecho de que él mismo nunca explicó con precisión a qué se debió todo esto. Pocas opciones había. Quizás tres. Una posibilidad es que Jung hubiera sido obnubilado por Hitler y el nazismo como aconteció con otros intelectuales y hombres de ciencia. Una opción poco probable tratándose de alguien experto en los mecanismos de la mente humana. Otra es que, en verdad, Jung fuera nazi o – cuanto menos – tuviera afinidad con el régimen. Lo que no se condice con actitudes que tuvieron – como ya se verá – algunos confesos y acérrimos antinazis que no eludían la cercanía de Jung. Así en 1938, la Universidad de Oxford le confiere el Doctorado Honoris Causa en Ciencias. O, más notable todavía, cuando en 1946 Winston Churchill visitó Suiza, a pedido del inglés Jung se sentó a su lado cuando coincidieron en la ceremonia realizada en el Aula de la Universidad de Zurich. ¡Y lo mismo pasó en la cena oficial en Schlob Allmendingen! Aniela Jaffé señala que “es poco probable que Churchill hubiera buscado (por dos veces) la compañía de un ex nazi o simpatizante nazi.” (7) Lo que nos lleva directamente a la tercera hipótesis: Jung estaba actuando un rol en una obra cuyo escenario era la vida misma. Un rol que sólo pocos conocían y que formaba parte de un secreto sólo develado décadas después de su muerte.
En 1936 Jung había publicado un artículo titulado “Psicología de la dictadura” que, entre otras cosas, afirma:
“Hay dos tipos de dictadores: el tipo cacique y el tipo chamán. Hitler pertenece a este último. Es un médium. La política alemana no se hace: se revela a través de Hitler. Es el portavoz de los dioses y de los ancianos. Dice la palabra que expresa el resentimiento de todos”.
Claramente, está haciendo una descripción y en modo alguno apoyando o defendiendo la forma dictatorial de actuar. Por eso conviene volver sobre la entrevista “Diagnóstico de los dictadores” de 1939 que le hace Knickerbocker, trayendo algún párrafo completo tal como figura en Encuentros con Jung (Editorial Trotta, Madrid, 2000)
“Y todos esos símbolos de un Tercer Reich guiado por su profeta, bajo la bandera del viento, la tormenta y los vórtices giratorios, apuntan a un movimiento de masas que va a barrer a los alemanes en un huracán de emociones irrazonables y en un destino que quizá solo el vidente, el profeta, el Führer mismo, puede prever; y quizá, ni siquiera él.”
El periodista lo interroga sobre cómo es posible que habiendo luchado Stalin toda su vida contra el zar, él mismo haya devenido en algo aún más autoritario. Jung responde que:
“Se debe a que uno siempre se convierte en aquello contra lo que más lucha. ¿Qué socavó la fuerza armada de Roma? Fue el cristianismo, pues cuando los romanos conquistaron Oriente Próximo fueron conquistados por su religión… Luego, cuando uno ha echado al zar se transforma en zar, como un cazador de animales salvajes puede hacerse bestial…Stalin luchó tanto contra la sangrienta opresión del zar que ahora está haciendo exactamente lo mismo que el zar. En mi opinión, no hay diferencia en absoluto entre Stalin e Iván el Terrible”.
EL MISTERIO SE DEVELA
El 26 de mayo de 1994 Sotheby´s subastó 87 cartas inéditas de Jung dirigidas a su discípula judía Jolanda Jacobi que con el tiempo llegó a convertirse en la principal discípula de Jung y a quien éste ayudó a huir de los nazis. En esa correspondencia – cincuenta y seis cartas escritas a mano y treinta y una a máquina, que van desde 1928 a 1961, año de la muerte de Jung ocurrida el 6 de junio – que nunca han sido publicadas, el Mago de Zurich muestra su posición ante el incipiente nazismo. Refiere su extrema preocupación por el auge del nazismo, del poderío alemán y de la llegada de Hitler. A éste lo considera un niño que no ha madurado pero con un tremendo apoyo en Alemania. “A menudo me pregunto – escribe el psiquiatra suizo en una de las cartas – qué es lo que va a salir de esta caldera de brujas burbujeantes.” Una de las cartas fechada en 1933, Jung dice: “Estamos asistiendo a una escalada sin precedentes del puer eternus (“el eterno niño”, arquetipo junguiano referido en este caso a Adolfo Hitler) cuyas consecuencias son impredecibles.” “… sus opiniones en política exterior serían cómicas si no provocaran un entusiasmo tan peligroso”. En otra, presagiaba la ocurrencia de una sangría similar a la que él mismo había anticipado en 1914. Estas cartas proporcionan el conocimiento de un Jung absolutamente alejado de cualquier atracción por el nazismo y antes bien preocupado por las desgracias que podía anticipar. (8)
Un nazi confeso que frecuentó a Jung, como lo es Miguel Serrano, algo parece conocer sobre los vínculos entre el suizo y los aliados, cuando afirma – sin citar fuentes – que Jung había aconsejado a los Servicios Secretos ingleses y norteamericanos “alargar la guerra; porque Hitler estaba poseído por Wotan, Dios del huracán y la tormenta (Blitzkrieg). Y una tormenta no puede durar mucho tiempo, se va agotando, autodestruyéndose…”. (1) Lo que significa que Serrano – tal vez por su pertenencia durante décadas al cuerpo diplomático chileno – contaba con información fidedigna sobre actividades del Mago de Zurich desconocidas por la gran mayoría de la población.
Cuando a finales del Siglo XX aparece “Jung, el Cristo Ario” de Richard Noll (9) si bien éste autor dedica muchas páginas a mostrar el atractivo del sabio suizo por el nazismo, concluye el capítulo planteando la necesidad de poner los hechos en medio del contexto en que sucedieron, de las ideas aceptadas por la Ciencia de ese momento, en virtud de lo cual no puede en modo alguno asegurarse que Jung fuera nazi. Aunque no cuenta con suficientes elementos probatorios, Richard Noll advierte una cantidad de aspectos en la conducta del eminente psiquiatra que no cuajan con un nazi.

Hubo que esperar al “célebre” año 2000 para comenzar a conocer lo que en verdad había ocurrido entre Jung y el nazismo. Para esos días no sólo – por haberse cumplido el tiempo legalmente prescripto por las autoridades norteamericanas – se abrieron archivos hasta entonces secretos de la Segunda Guerra Mundial sino que, por ese mismo motivo, algunos de los protagonistas comenzaron a hablar. De esta forma se supo que el espía norteamericano Allen Wels Dulles (considerado por algunos (10) el verdadero jefe de la OSS – Office of Strategic Services – organismo que antecedió a la CIA) se había interesado por los análisis realizados por C. G. Jung en relación a la reacción de los dirigentes nazis alemanes, siendo quien transmitió esos valioso datos a la Oficina de Servicios Estratégicos de los Estados Unidos. Jung – precisamente por el hecho de estar próximo a donde sucedían los hechos y tener la confianza de los nazis – pudo obtener y proporcionar a los norteamericanos importantes informaciones sobre el estado de salud del Führer, hizo una valoración de la propaganda aliada sobre la moral de los alemanes y análisis proféticos basados en la psicología de los líderes fascistas.

Muchos se han preguntado cómo y cuando se conocieron Dulles y Jung, tal vez olvidando que el espía ya había estado destinado en Suiza durante la Primera Guerra Mundial, lo que hace muy probable que los servicios del psiquiatra suizo fueran ofrecidos a los Estados Unidos aún mucho antes de que ese país ingresara a la guerra contra el nazismo.

Para comprender en pocas líneas quién fue Allen Welsh Dulles (n. 7 de abril de 1893/ m. 29 de enero de 1969) y cuál su importancia en el mundo de los espías, señalemos que fue el primer director civil de la CIA y quien por más tiempo desempeño el cargo, ya que lo hizo entre el 26 de febrero de 1953 hasta el 29 de noviembre de 1961. (11) (12) Para hacerlo más enigmático, fue uno de los siete miembros elegidos por el presidente Lyndon Johnson para investigar el magnicidio del presidente John F. Kennedy.

El semanario helvético L’Hebdo (edición de la última semana de diciembre de 2000) informa que en uno de los mensajes secretos enviados por el espía Allen Dulles a la central norteamericana, el agente cuenta que, según ha podido saber Jung,:  “Hitler se ha ocultado en el sótano de su cuartel general al este de Prusia” y explica que los jerarcas que pretenden entrevistarse con él “son despojados de sus armas y han de pasar por un detector de rayos X”. 

Jung dijo a Dulles que “cuando su personal se sienta a comer con él, Hitler monologa mientras que a sus oficiales se les prohíbe decir una palabra. El stress resultante de esa asociación ha hundido a varios oficiales, según Jung, que opina que los mandos del ejército están demasiado desorganizados y debilitados como para actuar contra el Führer”. 

Lo que aún continúa siendo desconocido es cómo Jung obtenía informaciones que el alto mando alemán mantenía en el más estricto secreto. Hay quienes piensan que el psiquiatra suizo las conseguía en conversaciones confidenciales, contactos con otras personas que igualmente oficiaban de espías o de fuentes médicas. Pero la realidad es que ninguna de tales opciones resultan satisfactorias. Los datos ofrecidos por Jung al servicio secreto norteamericano parecen haber sido obtenidos por alguien que estuvo en el lugar mismo donde acontecían los movimientos del Führer.

La periodista Mary Bancroft (n. 1903, Cambridge / m. 1997, New York) parece darnos una pista. Bancroft – por entonces de 38 años – paciente de Jung durante un prolongado lapso y amante de Allen Dulles a quien conoció en la casa del Mago de Zurich, cuenta en su libro – “Autobiografía de una espía” – (13) algo importantísimo que, por inexplicable razón, ha pasado desapercibido. Bancroft refiere que cuando le preguntó a su analista por unos rumores corrientes en ese entonces que afirmaban que el psiquiatra suizo viajaba regularmente a Berlín para atender a Hitler. De ser esto cierto, se aclararía la fuente que permitió a Jung brindar tanta información cierta y precisa al servicio secreto de los aliados. Jung respondió que se trataba de una leyenda surgida de sus numerosas discusiones con el cirujano alemán Ferdinand Sauerbruch, que se hacía pasar por el médico de Hitler. 

Siendo que la Psicología Junguiana es una verdadera Psicología Social (14), el suizo ofreció información referente a la influencia de la propaganda aliada sobre los alemanes: un despacho dictado por Allen Dulles desde Berna y registrado por la policía suiza señalaba que “los panfletos que tienen más éxito (entre el ciudadano medio alemán) son los estrictamente militares que aseguran que los aliados entran como un torneo en la fortaleza europea”. “Apelar a la fuerza moral del enemigo – y no a su debilidad – es la mejor propaganda (…) Los llamamientos del general (Dwight) Eisenhower al pueblo alemán son los más eficaces. Formulados en un lenguaje simple, humano, comprensible para todos, dan a los alemanes algo a lo que agarrarse”, escribe Jung en una carta a Dulles fechada en febrero de 1945. (15) (16)

C. G. JUNG: AGENTE SECRETO
Hasta aquí el lector puede suponer que el sabio suizo fue sólo un colaborador de las fuerzas aliadas, que actuó un rol de espía aficionado durante algunos años. Pero de ninguna forma fue así. La relación entre  Jung y Dulles en su actividad secreta llegaría en la posguerra a la cabeza de la CIA. Para entonces hacía mucho que el Mago de Zurich era – a más de todo lo que sobre su vida se conoce públicamente – un espía profesional, a punto tal que hasta tenía número. No era su número el 007 que lleva el sello inglés de James Bond. Sino el Agent 488. Una verdad que C. G. Jung llevó a su tumba y que ni siquiera sus familiares más cercanos llegaron a conocer.

La documentación sobre lo que decimos está a la vista. En 2003 la escritora Deirdre Bair – quien ya había publicado con buen suceso una biografía de Samuel Beckett y otra de Simone de Beauvoir – publica un minucioso volumen de 880 páginas titulado “Jung” (Little Brown Nueva York) donde merced a documentos liberados por los servicios secretos norteamericanos demuestra cuál fue el verdadero papel que a Jung le ocupo en la Segunda Guerra Mundial. (17)

“Lo cierto es que – sostiene la Lic. Silvina Laura Mazal (Asociación Junguiana Argentina e Instituto Humanístico de Buenos Aires) – hasta 2003 de nada sirvieron testimonios bien fundados como los de Aniela Jaffe – discípula y última secretaria privada de C. G. Jung – sosteniendo que el célebre sabio suizo no era antisemita ni nazi. A partir de su distanciamiento de Sigmund Freud y de las teorías freudianas, siempre hubo comentarios sobre el “nazismo de Jung” y el “antisemitismo de Jung.” Por lo usual tales afirmaciones se sustentaron en frases sacadas de contexto, escritos mal interpretados o, directamente, habladurías inventadas. Pero, a partir de 2003 tales dichos quedaron, definitivamente, aplastados” (18).

Hay que leer el capítulo XXXI – se titula “Agent 488” – de este libro (sin edición castellana aún) para sorprenderse de las revelaciones que allí aparecen. 488 fue el número clave – al estilo de Bond, James Bond… 007 – con que Jung reportaba a los aliados.

Los documentos consultados por Bair son de los archivos hasta entonces clasificados como secretos de los servicios norteamericanos de espionaje. La fuente es, por ello, confiable. Los documentos revelan que “Agent 488” informó tanto a los gobiernos de Franklin Delano Roosevelt como al de Harry Truman.
Las quince páginas de minúscula tipografía a través de las cuales la autora reseña el trabajo de “agente secreto” de Jung, no exento de peripecias y dificultades entramadas en las redes subterráneas de resistencia, ayuda a comprender mejor hasta qué punto el sabio suizo arriesgó su vida junto a de su familia
  1. G. Jung mantuvo siempre silencio – señala Silvina Laura Mazal – respetando el juramento de no revelar su condición de agente secreto. Lo que aumenta el valor ético y moral de su persona. Los familiares tampoco hablaron sobre esto. Muy probablemente debido a que ignoraban todo. Con el tiempo, nuevos documentos serán desclasificados y conoceremos más sobre esta faceta junguiana. (18)
Desde que se hicieron públicos estos hechos, ninguna persona en sus cabales podrá afirmar que Carl G. Jung fue nazi. Tampoco podrán aprovechar su figura valiéndose de la confusión quienes adhieren al nazismo. Ante cualquier duda quien así lo desee puede ahora leer personalmente los documentos desclasificados correspondientes a los días del Office of Strategic Services.


REFERENCIAS:
(1) http://www.letras.s5.com/serrano101203.htm Hitler y Jung, por Miguel Serrano. Revista de Libros de El Mercurio, Santiago de Chile, 29 de Noviembre de 2003.
(3) BAUMANN, Carol.     Interview with C. G. Jung.     Bulletin of the Analytical Psychology Club of New York. 1949. (11. 8) Suplement.
BAUMANN, Carol. Dr. Jung during the war. Presentation on the Analytical Psychology Club of New York. October 19, 1945
(4) Jaffe, Aniela. Personalidad y obra de Carl Gustav Jung, Editorial Monte Avila, Caracas, 1967
(5) (6) http://www.elmeollo.net/website/meollo/detalle.php?idc=11&ida=17 Carl Gustav Jung y el Nacionalsocialismo. Laura Ibarra García. Centro de Estudios Europeos Universidad de Guadalajara y Carl Gustav Jung y la maraña de malentendidos. El psicólogo suizo argumenta su defensa. Francisco Hernández Lomelí. Departamento de Estudios en Comunicación Social Universidad de Guadalajara.
(7) Jaffé, Aniela. De la vida y la obra de C. G. Jung, (C. G. Jung y el Nazismo.) Mirach, Madrid. (Pág. 94)
(9) Noll, Richard. Jung, el Cristo Ario. Ediciones B, México, 2002
(10) http://www.yumka.com/docs/harvard.pdf     El lado oscuro de Harvard, Juan Ramón Jiménez, Facultad de Contaduría, Universidad Autónoma de México.
(11) Dulles, Allen Wels. The Craft of Intelligence. New York: Harper & Row, 1963. London: Weidenfeld & Nicolson, 1963. New York: Signet Books, 1965. Westport, CT: Greenwood, 1977. Boulder, CO: Westview, 1985. Guilford, CT: Lyons Press, 2006.
(12) Dulles, Allen W. “The Present Situation in Germany: Digest of a Meeting with Allen W. Dulles at the Council on Foreign Relations, December 3, 1945.” Foreign Affairs 82, no. 6 (Nov.-Dec. 2003): 4-8.
(13) Bancraft, Mary. Autobiography of a Spy, William Morrow Publication, New York, 1983
(14) Las Heras, Antonio. ¿Qué es el Campo Junguiano? Periódico Junguianos de la Argentina N* 4, Buenos Aires, setiembre/octubre 2007
(15) Diario La Nación, Buenos Aires, 30 de diciembre de 2000 “Revelaciones sobre el psicoanalista suizo.”
(16) Cable de la Agencia EFE, 29 de diciembre de 2000 Jung informaba a los Aliados sobre la psicología de Hitler.
(17) Bair, Deirdre.     Jung. Little Brown, Nueva York, 2003.
(18) Mazal, Silvina Laura. ¿Con que Jung fue nazi?     www.jung-argentina.com.ar

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