History of Painting
En el devenir de su historia, la pintura ha adoptado diferentes formas,
según los distintos medios y técnicas que la han guiado
y se han convertido en propios de cada una de ellas. Hasta el siglo XX,
la pintura se apoya, casi invariablemente, en el arte del dibujo. En occidente,
la pintura al fresco, que alcanzó su mayor grado de desarrollo
a finales de la edad media y durante el renacimiento, se basa en la aplicación
de pintura sobre yeso fresco o seco. Otra variedad antigua es la pintura
al temple, que consiste en aplicar pigmentos en polvo mezclados con yema
de huevo sobre una superficie preparada, que suele ser un lienzo sobre
tabla.
Durante el renacimiento, la pintura al óleo vino a ocupar el lugar
del fresco y del temple; tradicionalmente se pensaba que esta técnica
había sido desarrollada a finales de la edad media por los hermanos
flamencos Jan van Eyck y Hubert van Eyck, pero en la actualidad se cree
que fue inventada mucho antes.
Otras técnicas de pintura son el esmalte, la encáustica,
el gouache, la grisalla y la acuarela. En los últimos años
se ha extendido el uso de las pinturas acrílicas, con base de agua,
de rápido secado y que no se oscurecen con el paso del tiempo.
Con el transcurrir de los siglos, se han venido sucediendo diferentes
métodos y estilos artísticos, así como teorías
relacionadas con la finalidad del arte para, en algunos casos, reaparecer
en épocas posteriores con alguna modificación. En el renacimiento,
la pintura al fresco en muros y techos cedió el paso a la pintura
de caballete al óleo, pero se reactualizó en el siglo XX
con las obras de los muralistas mexicanos.
La necesidad de expresar una emoción intensa por medio del arte
une a pintores tan diferentes como el español El Greco, del siglo
XVI, y los expresionistas alemanes del siglo XX. En el polo opuesto de
los intentos de los expresionistas por revelar la realidad interior, siempre
ha habido pintores empeñados en representar exactamente los aspectos
exteriores. El realismo y el simbolismo, la contención clásica
y la pasión romántica, se han ido alternando a lo largo
de la historia de la pintura, revelando afinidades e influencias significativas.
Pintura prehistórica y antigua
Las pinturas más antiguas que se conocen fueron realizadas en
las paredes de las cuevas que servían de abrigo a la especie humana
hace treinta mil años, durante el periodo paleolítico. Hay
muestras del arte paleolítico en emplazamientos de Europa occidental,
del África sahariana y del sur, y en Australia. En algunas zonas,
como el litoral mediterráneo, el desarrollo de la pintura siguió
en el periodo neolítico.
Pinturas rupestres
Las pinturas que se conservan en las cuevas de España y del sur
de Francia representan, con increíble exactitud, bisontes, caballos
y ciervos. Estas representaciones están realizadas en colores de
tierra, compuestos de diferentes minerales pulverizados y mezclados con
grasa animal, clara de huevo, extractos de plantas, cola de pescado, e
incluso sangre; se aplicaban con pinceles hechos de varitas y juncos o
se soplaban sobre la pared. Estas pinturas debieron cumplir un papel en
los rituales mágicos, aunque no se conoce con certeza su naturaleza
exacta.
Por ejemplo, en una pintura rupestre de Lascaux, Francia, aparece un
hombre entre los animales junto a varios puntos oscuros; aunque su exacto
significado permanece desconocido, demuestra la presencia de una conciencia
espiritual y la capacidad de expresarla por medio de imágenes,
signos y símbolos.
Pintura egipcia
Hace más de 5.000 años los artistas egipcios empezaron
a pintar los muros de las tumbas de los faraones con representaciones
mitológicas y escenas de las actividades cotidianas, como la caza,
la pesca, la agricultura o la celebración de banquetes. Igual que
en la escultura egipcia, prevalecen dos constantes estilísticas.
En primer lugar, las imágenes, más conceptuales que realistas,
presentan los rasgos anatómicos más característicos,
combinando las vistas frontales y de perfil de la misma figura; en segundo
lugar, la escala de las figuras indica la importancia de las mismas, y
así el faraón aparece más alto que su consorte, hijos
o cortesanos.
Pintura minoica
Los minoicos decoraron con pinturas realistas, de gran viveza, las paredes
de sus palacios en Creta y también la cerámica. Por ejemplo,
el famoso
fresco del salto del toro (1500 antes de Cristo, Museo
Heraklion, Creta) recrea un juego ritual entre personas y un toro. La
vida del mar era un tema frecuente, como en el
fresco del delfín (c. 1500 antes de Cristo), que se encuentra en las paredes del palacio
del rey Minos en Knossos, o en el
jarrón del pulpo (c. 1500
antes de Cristo, Heraklion Museum), una vasija globular sobre cuya superficie
ondulan los tentáculos de un pulpo, que definen y realzan su forma.
Pintura griega
Con excepción de algunos fragmentos, no hay vestigios de los murales
griegos. Sin embargo, las representaciones naturalistas de escenas mitológicas
en la cerámica griega pueden arrojar alguna luz sobre cómo
era esa pintura de gran formato. En la era helenística, las escenas
y motivos representados en los mosaicos son también probablemente
el eco de pinturas monumentales realizadas con otras técnicas que
no han llegado hasta nosotros.
Pintura romana
Los romanos decoraban sus villas con suelos de mosaicos y exquisitos
frescos representando rituales, mitos, paisajes, naturalezas muertas o
bodegones, y escenas cotidianas. Los artistas romanos conseguían
crear la ilusión de realidad, utilizando la técnica conocida
como perspectiva aérea, mediante la que se representan de forma
más borrosa los colores y contornos de los objetos más distantes
para conseguir efectos espaciales. En las excavaciones realizadas en las
ciudades de Pompeya y Herculano, que quedaron enterradas por la erupción
del Vesubio en el año 79 de nuestra era, se ha recuperado una recopilación
de pintura romana, tanto civil como religiosa.
Pintura paleocristiana y bizantina
Las muestras de pintura paleocristiana que han llegado hasta nosotros
datan de los siglos III y IV y son los frescos de las catacumbas, en los
que se representan escenas del Nuevo Testamento, cuya característica
son ciertas estilizaciones y convencionalismos artísticos procedentes
del mundo clásico. Por ejemplo, Jesús aparecía como
el Buen Pastor, con una figura adoptada de las representaciones del dios
griego Hermes; para simbolizar la resurrección se representaba
la historia de Jonás liberado de la ballena, según el Antiguo
Testamento.
Entre las obras más extraordinarias de este periodo paleocristiano
se encuentran los mosaicos, del siglo VI, de las iglesias de Rávena,
Italia, destacando los de San Vitale en los que están representados
temas tanto espirituales como profanos. Las figuras estilizadas y alargadas
que decoran las paredes de la iglesia, vistas casi de frente, miran al
espectador con los ojos muy abiertos y parecen flotar ingrávidas
y atemporales.
Esta presentación poco terrenal pasó a ser característica
del arte bizantino y el estilo quedó vinculado a la corte imperial
cristiana de Constantinopla, que perduró del año 330 al
1453. El estilo bizantino aparece también en los iconos, pinturas
convencionales sobre tabla, destinadas al culto, que representan a Jesucristo,
la Virgen y los santos. En los manuscritos miniados, tanto de textos laicos
—los textos de Virgilio (siglo IV o principios del V, Biblioteca Vaticana,
Roma)—, como de escritos cristianos —el Salterio de París
(siglo X, Biblioteca Nacional, París)—, se aprecian vestigios
del estilo grecorromano.
Pintura prehispánica en América
Las pinturas murales de Teotihuacán y las poblaciones vecinas
de Tetitla y Tepentitla expresan la visión de la creación
del universo según los antiguos mesoamericanos que poblaron esa
zona situada en el norte y el centro de América, entre los siglos
II antes de Cristo y VII después de Cristo La descripción
del viaje que emprende el alma a través de lo que en conceptos
cristianos se llamaría cielo e infierno refleja la inquietud respecto
a la trascendencia del ser humano que no se conforma con su existencia
terrenal. Alegorías de lo más preciado como el agua, la
sangre, la vida, la serenidad, están reflejadas en los frescos
dedicados a Tláloc, deidad de la lluvia, y al paraíso que
ofrece cada vez que se prodiga.
Además de los códices, o escenas de la vida y la historia
prehispánicas plasmadas en libros pintados, sobresalen las pinturas
murales de Cacaxtla, en Tlaxcala, y de Bonampak, en Yucatán (México).
En ellas quedaron plasmadas vivas escenas bélicas y ceremoniales
donde resalta el dramatismo del dolor y el orgullo del triunfo. El uso
de los colores —como el fondo azul característico maya—
y del detalle, en los innumerables giros y atributos de las vestimentas
de los personajes que lucen excelsos penachos, armamentos, joyería,
calzados, máscaras, sientan las bases de un pilar fundamental de
la plástica americana. En un detalle de los frescos de Bonampak
(785 después de Cristo) se ve a un prisionero desmayado sobre una
escalinata en uno de los escorzos más logrados de la pintura antigua.
Es digno de mención el hecho de que pasarían unos siglos
hasta que las culturas de América tuvieran contacto con las europeas
y, por tanto, se desarrollaron sin ninguna influencia extracontinental.
Pintura medieval
El arte de la edad media —que se desarrolló fuera del imperio
bizantino y dentro de lo que eran las fronteras del norte del mundo romano—
puede clasificarse según sus rasgos estilísticos distintivos.
El arte celta, que floreció entre los siglos VII y XIX en los monasterios
de diferentes zonas de las islas Británicas, se basaba sobre todo
en intrincados dibujos caligráficos. Se realizaron manuscritos
miniados muy decorados, como los Evangelios de Lindisfarne (c. 698-721,
Museo Británico, Londres), con elaborados motivos lineales, planos,
en los que se combinan elementos celtas y germánicos. En el periodo
románico, durante los siglos XI y XII, los manuscritos del norte
de Europa no denotaban ningún estilo concreto; algunas iluminaciones
eran de inspiración clásica, mientras que otras señalaban
un nuevo estilo de dibujo, enérgico y muy acusado. En el periodo
gótico que siguió, desde fin del siglo XII hasta el comienzo
del renacimiento italiano, se introdujo un gran repertorio de medios técnicos,
y la pintura dejó de ser un producto de monasterio.
Pintura gótica
Durante el principio del periodo gótico, la estructura de las
catedrales concedía mayor importancia a las ventanas, por lo que
las vidrieras desempeñaron un papel más prominente en el
arte que los manuscritos miniados. Los artistas laicos instalaron sus
talleres en París y en otros centros importantes, produciendo elaborados
manuscritos miniados para los clientes reales. Hasta nosotros han llegado
pinturas de temas seglares realizadas en aquel periodo, sobre todo en
Italia. En el Palazzo Pubblico de Siena, Ambrogio Lorenzetti pintó
unos frescos, entre 1338 y 1339, que representan la vida ciudadana y campesina
del siglo XIV, y en la sala del consejo del ayuntamiento, se conserva
un retrato ecuestre, pintado por Simone Martini, en el que aparece un
héroe militar local, con su campamento como telón de fondo.
Véase Arte y arquitectura góticas.
Estilo gótico internacional
La fusión de las tradiciones artísticas del norte de Europa
y de Italia que tuvieron lugar a principios del siglo XV, se conoce como
estilo gótico internacional. Entre las muchas características
que definen la pintura de este estilo, se encuentra el detalle realista,
que denota una perspicaz observación de los seres humanos y de
la naturaleza, por parte del pintor. A principios de la década
de 1400, los hermanos Limbourg se trasladaron de Flandes a Francia; allí,
por encargo de Jean de France, duque de Berry, crearon el magnífico
libro de horas
Tregraves riches heures du duc de Berry (1413-1416,
Musée Condé, Chantilly, Francia).
Es una de las obras más
importantes del estilo gótico internacional y sus páginas
de calendario retratan la vida campesina y la de la nobleza; constituye
un brillante documento sobre el vestido, actividades y arquitectura de
la época. Aunque se trata de ilustraciones a toda página,
reflejan un estilo medieval anterior, en el hecho de que las figuras son
pequeñas y tienen que compartir la atención del lector con
otras imágenes.
Giotto
Por contraste, unos cien años antes que los hermanos Limbourg,
el pintor italiano
Giotto había conferido a la figura humana un tamaño y dignidad
monumentales, haciéndola protagonista de la historia. Con su obra
revolucionó la pintura italiana y sus descubrimientos, junto con
los de otros artistas, terminaron por afectar a la pintura en el norte.
En la Capilla de la Arena, en Padua, se conservan los soberbios frescos
pintados por Giotto, entre 1305 y 1306, sobre las vidas de Jesús
y de la Virgen. El artista pintó también retablos de madera
de gran formato, como otros muchos pintores del fin de la etapa medieval.
Pintura renacentista
El término renacimiento describe la revolución cultural
de los siglos XV y XVI originada en Italia por el despertar del interés
hacia la cultura clásica y por una fuerte confianza en el individualismo.
Véase Arte y arquitectura renacentistas.
Se seguía rindiendo culto a los logros de la antigüedad, pero
al mismo tiempo se producía una reactivación intelectual
y cultural. Por ejemplo, hacia 1427, Masaccio —uno de los grandes
innovadores del periodo— realizó, en la capilla Brancacci
de la iglesia de Santa Maria del Carmine, en Florencia, una notable serie
de frescos que revelan su atenta observación del comportamiento
humano, al tiempo que demuestran su conocimiento del arte antiguo.
En
la
Expulsión del paraíso, su Adán y Eva están
realmente avergonzados; la postura de Eva, intentando cubrirse el cuerpo
con los brazos, está basada en una actitud característica
de la escultura clásica, conocida como la Venus Púdica.
Las iglesias y edificios seglares de Italia y los museos de todo el mundo
ofrecen una gran recopilación de la pintura renacentista italiana.
Pintura renacentista temprana
El desarrollo de los principios de la perspectiva lineal, llevado a cabo
por varios arquitectos y escultores a principios del siglo XV, permitió
a los pintores conseguir, por medio de la representación bidimensional,
la ilusión del espacio tridimensional.
Muchos de los artistas del
primer renacimiento —como Paolo Uccello, Piero Della Francesca y
Andrea Mantegna— se valieron del empleo dramático de la perspectiva
y del escorzo en su dibujo para producir la ilusión de la prolongación
de un objeto o figura en el espacio. La exploración de la anatomía
condujo a un mayor entendimiento de la representación de la forma
humana. También se empezaba a utilizar la pintura al óleo,
desafiando a la antigua supremacía del temple y del fresco. Los
pintores que explotaban el potencial de la nueva técnica trabajaban
superponiendo estratos de veladuras de óleo transparentes y los
lienzos sustituyeron a las antiguas tablas. Algo más tarde, otros
artistas, sobre todo los que trabajaban en Venecia —especialmente
Domenico Veneziano, Giovanni Bellini y Giorgione— destacaron por
los tonos cálidos de sus óleos.
Pintura del alto renacimiento
Los maestros del alto renacimiento fueron Leonardo da Vinci, Rafael,
Miguel Ángel y Tiziano. Paradójicamente, Leonardo sólo
dejó un puñado de obras, pues dedicó la mayor parte
de su tiempo a la observación científica de los fenómenos
y a los inventos técnicos. Realizaba continuos experimentos con
pigmentos oleosos sobre yeso seco, y a ello se debe el deterioro de los
murales que han llegado hasta nuestros días —como es el caso
de
La última cena (1495-1497, Santa Maria delle Grazie,
Milán)—. Rafael perfeccionó los anteriores descubrimientos
renacentistas en materia de color y de composición, creando tipos
ideales en sus representaciones de la Virgen y del Niño y en sus
estudios de retratos de sus coetáneos. La Capilla Sixtina del Vaticano,
en Roma, con sus frescos de la
Creación y la
Expulsión en la bóveda (1508-1512) y el gran mural del
Juicio Final (1536-1541), dan fe del genio pictórico de Miguel ángel.
Un estilo de pintura colorista alcanzó su clímax en Venecia
con las obras de Tiziano, cuyos retratos denotan un profundo conocimiento
de la naturaleza humana. Entre sus obras maestras se incluyen también
representaciones de temas cristianos y mitológicos, así
como numerosos desnudos femeninos, famosos en su género.
Manierismo
Hacia 1520, surgió en Italia un estilo sofisticado y artificioso,
muy intelectual, conocido como manierismo. Se confería más
importancia a la complejidad y a la distorsión que a la armonía
de las líneas, al color o a la composición; en el manierismo,
hasta las pinturas religiosas resultaban inquietantes para el espectador.
Entre los pintores de este estilo destacan Pontormo, Rosso Fiorentino,
Parmigianino, Tintoretto y Bronzino. El más conocido de los manieristas
tardíos es El Greco, que aunque formado en Italia, se estableció
en España. Su manera, intensamente emocional, de abordar sus temas,
confería un fuerte sentido apocalíptico a sus obras, hasta
a los paisajes, como por ejemplo su
Vista de Toledo (c. 1600-1610,
Metropolitan Museum of Art, Nueva York).
Pintura renacentista del norte de Europa
La influencia del renacimiento italiano alcanzó el norte de Europa
a principios del siglo XV, pero esta renovación de la actividad
artística y cultural no se basaba en la antiguuml;edad clásica,
sino que estaba más bien marcada por un gran interés hacia
los seres humanos y su entorno y a la meticulosa representación
pictórica de los detalles naturales. Hablando en general, el interés
por el arte antiguo y el conocimiento de la perspectiva lineal no se desarrollaron
en el norte hasta el siglo XVI e, incluso entonces, no todos los artistas
sacaban provecho de los descubrimientos hechos en Italia.
Uno de los pintores holandeses más importantes del siglo XV fue
Jan van Eyck que, con la colaboración de su hermano Hubert, pintó
el políptico del
Retablo de Gante (terminado en 1432, Iglesia
de San Bavón, Gante, Bélgica). En sus 24 paneles hay cientos
de figuras, con una gran variedad de vegetación tan fielmente representada
que se pueden identificar más de treinta especies de plantas. Entre
los artistas flamencos de la época destacan Rogier van der Weyden,
cuyas pinturas religiosas se centran en el drama emocional; Hans Memling,
creador de figuras delicadas y llenas de gracia sobre fondos etéreos;
y Hugo van der Goes, que, por encargo de la familia Portinari, pintó
un soberbio retablo (c. 1476, Uffizi, Florencia) con gran riqueza de detalles.
Todos estos artistas se caracterizaban por el uso de símbolos,
o iconografía. El significado de los objetos no estaba en sí
mismos sino que transmitían ideas abstractas; por ejemplo, una
vasija de cristal simbolizaba pureza.
En la Europa nórdica de entonces
se entendía poco la perspectiva lineal; sin embargo, los logros
de la pintura flamenca y holandesa en las técnicas del temple y
del óleo no han sido superados.
|
"El martirio", Jean Fouquet |
El pintor francés más importante de la época fue
Jean Fouquet, notable retratista y miniaturista, cuya obra denota la influencia
tanto del anterior arte flamenco como de la pintura italiana contemporánea.
La visita que realizó a Italia en la década de 1440 queda
patente en la representación de una iglesia renacentista italiana
en el fondo de uno de los cuerpos (c. 1450) de la obra devocional conocida
como
Díptico de Melun. Una de las tablas se encuentra en
los Staatliche Museen de Berlín y la otra en los Musées Royaux des Beaux-Arts
de Amberes, Bélgica.
A principios de la década de 1500 surgieron obras maestras de pintores
más interesados en el valor expresivo de sus temas que en la perspectiva,
la anatomía y las proporciones correctas. Buen ejemplo de ello es el tríptico
del
Jardín de las delicias (c. 1500, Museo del Prado, Madrid),
del pintor holandés El Bosco; se trata de un conglomerado surrealista
de formas humanas y animales, sensualmente sugestivas, y de extrañas
plantas. Otro ejemplo de la exageración de la forma humana, característica
del norte en el siglo XVI, es el
Retablo de Isenheim (1512-c. 1515,
Unterlinden Museum, Colmar, Francia), obra conmovedora del pintor alemán
Matthias Grünewald. Por contraste, otro artista alemán Alberto Durero,
el auténtico genio renacentista del norte, es conocido por su soberbia
manera de representar la figura humana.
Durero era un humanista cristiano,
cuya curiosidad científica era comparable a la de Leonardo, y se inspiraba
en el filósofo holandés Erasmo de Rotterdam y en Martin Lutero, como queda
patente en el grabado
El caballero, la muerte y el diablo (1513)
y en los cuadros gemelos de los
Cuatro apóstoles (c. 1526, Alte
Pinakothek, Munich), obras en las que demuestra sus notables cualidades
como dibujante. Otro conocido artista, alemán de nacimiento, fue Hans
Holbein el Joven, recordado sobre todo por sus retratos, entre los que
destacan el de Enrique VIII y el de Tomás Moro.
Entre los pintores holandeses del siglo XVI sobresale Pieter Brueghel
el Viejo, con sus notables escenas de la vida campesina, muchas de las
cuales son comentarios satíricos sobre la locura humana. Las atractivas
obras de Brueghel sobre mitos, parábolas y proverbios eran tan apreciadas
en el siglo XVI como lo siguen siendo en la actualidad.
Pintura barroca
El arte barroco del siglo XVII se caracteriza por su aspecto dinámico,
en contraste con el estilo clásico, relativamente estático, del renacimiento.
Esta tendencia se distingue por las líneas compositivas diagonales, que
proporcionan el sentido del movimiento, y por el empleo de un marcado
claroscuro. Con ambas técnicas se consiguió un estilo dramático, grandioso,
apropiado al espíritu fundamental de la contrarreforma. Muchos pintores
de principios del siglo XVII empezaron también a desviarse de la artificialidad
del manierismo en un intento por volver a un reflejo más exacto del mundo
natural.
Pintura rococó
El arte rococó, que floreció en Francia y en Alemania a principios del
siglo XVIII, era en muchos aspectos una continuación del barroco, sobre
todo en lo concerniente al uso de la luz y de la sombra y al movimiento
compositivo.
Sin embargo, el rococó es un estilo más ligero y festivo,
muy adecuado para la decoración de las residencias parisinas. Entre los
pintores rococó destaca Jean Antoine Watteau, conocido por sus pinturas
etéreas de enamorados elegantemente vestidos, solazándose en las
fetes
galantes (reuniones al aire libre, que estaban de moda); estas fantasías
bucólicas fueron muy emuladas por otros artistas franceses.
También eran
muy populares las escenas mitológicas y pastorales, en las que aparecían
mujeres desenfadadas y distinguidas, realizadas por Francois Boucher y
Jean-Honoré Fragonard.
Por su parte, J. B. S. Chardin, también destacado
como pintor de bodegones, confería a las mujeres el papel de madre y de
ama de casa en sus escenas de género. Como ejemplo del estilo rococó en
Alemania está la obra del pintor italiano Giovanni Battista Tiepolo, que
pasó algún tiempo en Wurzburgo; los techos de la sala de
la escalera y del salón de recepciones del palacio episcopal de
Wurzburgo están decorados con sus frescos de gran ilusionismo.
Como parangón a la tradición rococó del continente,
se encuentran las obras de tres destacados artistas ingleses del siglo
XVIII. William Hogarth era conocido por sus cuadros y grabados de tono
moralizante, en los que satirizaba los disparates sociales de su época,
como en su famosa serie (primero pintada y después grabada)
Mariage
agrave; la mode (1745), en la que relata la ruinosa trayectoria de
los matrimonios de conveniencia.
Thomas Gainsborough y Sir Joshua Reynolds,
siguiendo la tradición establecida por van Dyck, se centraron en
retratar a la aristocracia inglesa.
El vigor y la gracia de estos retratos,
y su penetrante interpretación psicológica, los elevan del
simple retrato social a un incomparable registro de las modas y costumbres
de las clases adineradas de la época.
Pintura neoclásica
En la segunda mitad del siglo XVIII la pintura experimentó una
revolución, cuando el casto neoclasicismo vino a sustituir al exuberante
estilo rococó. Este resurgimiento clásico en las artes se
debió a diferentes acontecimientos. En primer lugar, a mediados
del siglo XVIII, se iniciaron muchas excavaciones arqueológicas
en Italia y en Grecia y se publicaron libros con dibujos de antiguas construcciones
que los arquitectos ingleses y franceses copiaron con avidez. En segundo
lugar, en 1755, el historiador del arte alemán Johann Joachim Winckelmann
publicó su ensayo
Pensamientos sobre la imitación de
las obras griegas en la pintura y la escultura, ensalzando la escultura
griega. Esta obra, que ejerció gran influencia sobre los artistas,
impresionó sobre todo a cuatro pintores extranjeros residentes
en Roma: el escocés Gavin Hamilton, el alemán Anton Raphael
Mengs, la suiza Angelika Kauffmann y el estadounidense Benjamin West,
que se inspiraron en ella para crear cuadros basados en la literatura
clásica.
|
El juramento de los Horacios (1784-1785, Louvre) de Jacques-Louis David. |
Fue, sin embargo, el pintor francés Jacques-Louis David el principal
defensor del neoclasicismo. También él estaba imbuido de
las influencias clásicas recibidas durante su estancia en Roma,
y con anterioridad, de las obras del clasicista francés del siglo
XVII, Poussin. El sobrio estilo de David armonizaba con los ideales de
la Revolución Francesa. Obras como
El juramento de los Horacios (1784-1785, Louvre) inspiraban patriotismo; otras, como la
Muerte de
Sócrates (1787, Metropolitan Museum), predicaban el estoicismo
y la abnegación. David no sólo utilizaba la historia antigua
y el mito clásico como fuentes para sus temas, sino que basaba
la forma de sus figuras en la escultura antigua.
Su gran sucesor fue Jean
Auguste Dominique Ingres, a quien se llegó a identificar con la
tradición académica en Francia por la fría serenidad
de sus líneas y tonos, y por su esmerado interés por el
detalle, como en su sorprendente retrato de
La condesa de Haussonville (1845, colección Frick, Nueva York). Sin embargo, ya se encuentran
elementos de la tendencia romántica, que pronto sucedería
al neoclasicismo, en el interés que Ingres mostraba por los temas
no-europeos, como lo demuestran sus diferentes cuadros de odaliscas.
David ejerció su influencia sobre muchos otros pintores, entre
los que se encontraban varias mujeres que destacaban como seguidoras suyas.
Era el caso de Adélaiuml;de Labille-Guiard, Marie Guillemine Benoist
y Constance Marie Charpentier, algunas de cuyas obras han sido erróneamente
atribuidas a David en el pasado; las investigaciones recientes han tratado
de identificar sus contribuciones individuales.
Véase Neoclasicismo.
Pintura romántica
Sucediendo muy de cerca al neoclasicismo, el movimiento romántico
introdujo el gusto por lo medieval y lo misterioso, así como el
amor por lo pintoresco y lo sublime de la naturaleza. Se dio rienda suelta
a la imaginación individual y a la expresión de la emoción
y del estado de ánimo, desbancando al enfoque intelectual razonado
de los neoclasicistas. En general, los pintores románticos preferían
las técnicas coloristas y pictoricistas al estilo neoclásico,
lineal y frío.
Francisco de Goya
Aunque el romanticismo fue el movimiento dominante durante buena parte
del siglo XIX, existían otras tendencias artísticas del
todo diferentes, y muchos pintores no abrazaron ninguna escuela claramente
definida.
Por ejemplo, no se puede relacionar a Francisco de Goya con
ningún movimiento artístico concreto. Sus obras tempranas
son de un estilo rococó modificado y sus últimos trabajos
(entre los que se cuentan las
Pinturas negras (Museo del Prado)
realizadas en su casa de la Quinta del Sordo) son expresionistas y alucinatorias.
En algunos retratos de la familia real —por ejemplo
La familia
de Carlos IV (1800, Museo del Prado, Madrid)— emuló la
fórmula de su compatriota Velázquez (en
Las Meninas)
incluyéndose ante el caballete. Pero, al revés que la obra
de Velázquez, los retratos de Goya no son nunca objetivos; su perspicacia
psicológica revela la insulsez de sus modelos y su brillante pincelada
recoge sin rodeos sus defectos físicos.
Realismo
Hacia mediados del siglo XIX, el pintor francés Gustave Courbet
rechazaba tanto el neoclasicismo como el romanticismo y proclamaba un
movimiento individual llamado realismo.
No le interesaba la pintura histórica,
ni los retratos de los gobernantes, ni los temas exóticos, pues
creía que el artista debía ser realista y pintar los acontecimientos
cotidianos de la gente común. El entorno elegido para muchos de
sus lienzos fue Ornan, su villa natal en el levante francés; allí
retrató a obreros construyendo una carretera, a ciudadanos asistiendo
a un funeral, o a hombres sentados alrededor de la mesa escuchando música
y fumando. Aunque no existía ningún movimiento artístico
realista formal, la obra de algunos pintores del siglo XIX presenta tendencias
que pudieran ser identificadas como tales. Honoré Daumier, más
conocido por sus litografías, pintó pequeños lienzos
realistas sobre la vida en las calles de París y en algunos casos
se tacha de social-realista a Jean-Franccedil;ois Millet, de la Escuela
de Barbizon.
Desarrollo del impresionismo
Al volver sus ojos hacia los temas cotidianos, los artistas de mediados
del siglo XIX cuya obra es adscribible al realismo sentaron un precedente
para la siguiente generación de la vanguardia francesa. édouard
Manet fue el principal innovador de la década de 1860 y su estilo
fue precursor del impresionismo.
Al igual que Courbet, Manet encontró
muchos de sus temas en la vida que le rodeaba (los parisinos solazándose
en restaurantes, en parques, o paseando en barco), aunque también
tomó muchos de maestros anteriores —Velázquez y Goya—
recreándolos de acuerdo con la vida contemporánea, a su
propio estilo, aplanando las figuras y neutralizando las expresiones emocionales.
Estas y otras innovaciones, como su pincelada libre e imprecisa y sus
amplios parches de color yuxtapuestos sin transición, hacen que
se considere a Manet el primer pintor moderno.
Movimientos post-impresionistas
En la década de 1880, y durante un breve periodo, Pissarro se
desvió hacia una nueva técnica, una ramificación
del impresionismo desarrollada por Georges Seurat y conocida como divisionismo
o
puntillismo. Seurat y sus seguidores neoimpresionistas transformaron
la pincelada suelta, típica del impresionismo, en puntitos de pigmento
puro, yuxtaponiendo sobre el lienzo zonas diminutas de colores complementarios.
Las teorías de Seurat procedían de sus lecturas de los textos
estéticos y científicos del siglo XIX sobre el color. Esta
técnica se aprecia perfectamente en una de sus obras más
espectaculares,
Domingo de verano en la isla de la Grande Jatte (1884-1886, Art Institute of Chicago).
Las obras tempranas de tres importantes artistas de finales del siglo
XIX, Vincent van Gogh, Paul Gauguin y Henri Toulouse-Lautrec, denotaban
la influencia del impresionismo, pero acabaron por desarrollar estilos
postimpresionistas claramente definidos. Tanto van Gogh como Pissarro
hicieron breves experimentos con la división del color. Sin embargo,
en el estilo desarrollado por van Gogh era típico el empleo del
color puro, aplicado muy denso en pinceladas vacilantes que dotaban a
la obra de intensa expresión emocional. Muchos de sus lienzos,
en especial los de cipreses azotados por el viento y los de campos de
trigo bajo cielos tormentosos, expresan su propio estado de ánimo,
tal como lo reflejan las fuerzas de la naturaleza. El estilo de van Gogh
ejerció gran influencia sobre los pintores del norte de Europa
que, a principios del siglo XX, desarrollaron el expresionismo.
|
"El cuarto de Arles",
Vincent van Gogh |
La obra de su colega Gauguin refleja también distorsiones de línea
y de color pero difiere de la suya en que es más simbólica
que expresionista. Las zonas de colores mates fuertes forman motivos decorativos,
con los contornos muy marcados. Gauguin fue la figura central de un nuevo
movimiento conocido como sintetismo o simbolismo, activo durante la década
de 1890, cuyos inmediatos seguidores formaban el grupo de los Nabis.
Otro camino tomó Toulouse-Lautrec, pintor de personas, que elegía
a sus modelos entre las cantantes y bailarinas de cabaret y las prostitutas;
estas figuras eran la expresión de la decadencia social del París
de los llamados "Alegres Noventa". Como muchos otros artistas
—Manet, Degas o la estadounidense Mary Cassatt— estaba influido
por el estilo plano y la composición en apariencia descuidada de
los grabados japoneses. Toulouse-Lautrec tenía un gran sentido
de la línea, apreciable en sus dibujos y litografías de
color, medio éste al que aportó mucho de su trabajo, sobre
todo con sus carteles para el Moulin Rouge y otros lugares de esparcimiento
parisinos.
Pintura del siglo XX anterior a la II Guerra Mundial
El arte del siglo XX se caracteriza por numerosos movimientos y estilos.
Entre los que tuvieron su origen en Europa antes de la II Guerra Mundial
se encuentran el fauvismo, el expresionismo, el cubismo, el futurismo,
el constructivismo, el neo-plasticismo, el dadá y el surrealismo;
en Estados Unidos se desarrollaron el sincronismo y el precisionismo.
Véase Arte y arquitectura contemporáneas.
Fauvismo
A principios de siglo, los artistas, tanto franceses como alemanes, mostraron
su interés por el arte de las sociedades no-occidentales. Después
de investigar las llamadas tradiciones artísticas primitivas en
Bretaña, Gauguin trasladó su búsqueda a los mares
del sur. Su modelo de color decorativo y sus teorías influyeron
sobre un grupo posterior de pintores, conocidos como los "fauves"
(fieras), a la cabeza de los cuales estaba Henri Matisse. Otros "fauves"
conocidos fueron André Derain, Georges Braque y Maurice de Vlaminck,
que presumían de ser los primeros artistas europeos en descubrir
la escultura africana.
Expresionismo
La obra de los artistas más preocupados por plasmar sentimientos
y respuestas subjetivos, por medio de la distorsión de la línea
y del color, que por representar fielmente la realidad externa, se fundió
en un movimiento conocido como expresionismo.
En Alemania, el movimiento
abarcaba dos grupos. Los artistas jóvenes, activos entre 1905 y
1913, que componían el grupo
Die Bruuml;cke estaban, como
los fauves, inspirados en el arte africano, cuya fuerza y energía
trasladaban a su propia obra. El grupo estaba formado por Ernst Ludwig
Kirchner, Karl Schmidt-Rottluff, Erich Heckel y Emil Nolde, entre otros.
Representaban los sufrimientos de la humanidad con un estilo parecido,
en cierto modo, al fauvismo, pero con el ingrediente añadido de
la angustia. La obra temprana del noruego Edvard Munch, de gran carga
emocional, era bien conocida en Alemania y produjo honda impresión
en los artistas de Die Bruuml;cke.
Algo más tarde, en 1911, Franz
Marc y el artista nacido en Rusia
Wassily Kandinsky encabezaron la otra
fase del expresionismo alemán, por medio del grupo
Der Blaue
Reiter, en Munich; se inspiraban en el llamado arte primitivo, en
el fauvismo, y en el arte popular, y la modalidad expresionista que practicaban
evolucionó hacia una forma de pintar semi-abstracta.
Los principales
componentes del
Blaue Reiter eran August Macke, Gabriele Muuml;nter,
Paul Klee y Alexey von Jawlensky. En esos años, el uruguayo Pedro
Figari produce su obra neo impresionista en su país, en Buenos
Aires y París.
Cubismo
Entre 1907 y 1914, Pablo Picasso y Georges Braque desarrollaron el cubismo
en París, inspirándose en la forma, cada vez más
geométrica, que tenía Cézanne de representar los
paisajes y las naturalezas muertas, y en las formas dinámicas de
la escultura africana e ibérica.
El cubismo llegó a ser
el estilo artístico que más influencia ejerció entodo
el siglo XX; se basa en poner de relieve la bidimensionalidad del plano
pictórico, rechazando los valores tradicionales de perspectiva,
escorzo, modelado y claroscuro. La pintura cubista atravesó diferentes
fases, entre las manos de Picasso y Braque inicialmente, y más
tarde las de Fernand Léger, Robert Delaunay, Sonia Delaunay y Juan
Gris, para ser modificado posteriormente por un grupo de artistas italianos
entre los que se encontraban Gino Severini, Umberto Boccioni, Carlo Carragrave;
y Giacomo Balla.
El cubismo en América Latina tiene, entre otros
representantes, al cubano Wifredo Lam y al mexicano Diego Rivera en su
obra de caballete. Su intención de expresar en el arte el avance
dinámico del siglo XX se conoce como futurismo. En los años
1930 se da a conocer el uruguayo Joaquín García Torres,
precursor del arte constructivo.
Pintura abstracta
El arte abstracto, que abarca varios estilos bien definidos, empezó
a desarrollarse en Alemania, Estados Unidos, Rusia y los Países
Bajos durante la segunda década del siglo XX.
El cubismo fue crucial
para su evolución, sobre todo en Rusia, donde los artistas, que
conocían las tendencias francesas, bien a través de sus
viajes a París, o viendo el arte de vanguardia en las colecciones
moscovitas, empezaron a crear cuadros de construcción geométrica.
Kazimir Maliévich llamó suprematismo a su manera de abordar
la abstracción, mientras que a otros artistas rusos —como
Alexander Rodchenko y El Lissitzky— se les conoció como constructivistas.
Después de su contacto con el cubismo, Piet Mondrian desarrolló
una forma de abstracción llamada neo-plasticismo. Sus pinturas
de cuadrículas, poniendo de relieve la bidimensionalidad del plano
pictórico, y sus teorías estéticas fueron la base
del desarrollo de la abstracción geométrica en Estados Unidos
en la década de 1930. En esta última tendencia destaca en
América Latina el italo-brasileño Alfredo Volpi, cuyo trabajo
desemboca en una geometría sensible, con trazos menos exactos y
más imaginativos.
Dadá
Durante la I Guerra Mundial un grupo de intelectuales suizos, unidos
por su repugnancia hacia los valores burgueses, y sobre todo hacia el
militarismo de los años de guerra, eligió el vocablo "dadá",
sin significado alguno, para describir sus actividades de protesta y repulsa
y el arte con el que desafiaban los criterios estéticos establecidos.
El más conocido de los dadaístas era el pintor francés
Marcel Duchamp, que expresó su desaprobación por el "arte
agradable y atractivo" añadiendo bigote y barba a una reproducción
de la
Mona Lisa de Leonardo da Vinci. La iconoclastia de Duchamp
encontró también expresión en lo que llamaba
readymades, los objetos cotidianos que él presentaba como obras de arte. Otros
dadaístas famosos fueron Francis Picabia, George Grosz y Max Ernst.
Surrealismo
|
"Bañista", Salvador
Dalí |
Los dadaístas aprovechaban el accidente y la oportunidad para
crear obras, métodos que fueron adoptados por sus sucesores, los
surrealistas.
En 1924 André Breton presentó un manifiesto
dando el nombre de surrealismo al movimiento que proclamaba la superioridad
del inconsciente y el papel de los sueños en la creación
artística.
Los surrealistas más importantes fueron Ernst,
Salvador Dalí, Joan Miró, René Magritte, Jean Arp
y André Masson. En América Latina destaca el chileno Roberto
Matta, que combina el surrealismo con la abstracción.
Por otra parte, se podría incluir a la mexicana Frida Kahlo dentro
de una corriente surrealista influida por el arte popular.
A partir de la II Guerra Mundial, los artistas de todo el mundo han desempeñado
un importantísimo papel en la creación de nuevos estilos
o en el desarrollo de los ya existentes. Entre ellos se encuentran el
expresionismo abstracto, el Op Art y el Pop Art, el fotorrealismo y el
minimalismo.
Expresionismo abstracto
La presencia en Estados Unidos de muchos surrealistas europeos refugiados,
fue sin duda el catalizador en la creación del expresionismo abstracto,
movimiento centrado en Nueva York entre las décadas de 1940 y 1950.
Su investigación del inconsciente y de las técnicas que
hacían uso de la casualidad intrigó a Jackson Pollock, Willem
de Kooning, Hans Hofmann, y muchos otros.
Estos artistas, partidarios
del automatismo surrealista (una técnica similar a la escritura
automática) y del expresionismo, eran conocidos como
action
painters. En manos de Pollock, por ejemplo, la técnica pictórica
implicaba gotear colores sobre lienzos de gran formato para crear al azar
motivos enérgicos.
Otros expresionistas abstractos, como Mark Rothko
y Barnett Newman, desarrollaron la
colour-field painting, aplicando
sobre el lienzo grandes extensiones de color sutilmente modulado. En Argentina
destaca Ronaldo de Juan, que más tarde optó por grandes
cuadros de tonos grises.
Op Art y Pop Art
En la década de 1960 se iniciaron nuevos estilos y movimientos.
Algunos pintores siguieron en la senda de la abstracción, como
denota el Op Art de Victor Vasarely.
Si bien el Op Art se basa en producir
ilusiones ópticas generalmente abstractas, el Pop Art es figurativo,
como se aprecia en las divertidas obras de su creador, el artista inglés
Richard Hamilton.
Los artistas Pop tomaban sus imágenes de los
anuncios, de las películas, de las tiras cómicas y de los
objetos cotidianos. Entre los más destacados artistas pop americanos
se encuentran Robert Rauschenberg, Jasper Johns, Jim Dine, Roy Lichtenstein,
Tom Wesselmann, James Rosenquist y Andy Warhol.
Nuevo Realismo
Las irónicas imágenes del Pop Art ayudaron a despejar el
camino para un renacimiento de la pintura realista. El realismo es un
estilo continuo, pero muy individualista, en el arte de América,
y abarca a pintores tan dispares como Thomas Eakins, Sloan, Hopper, Andrew
Wyeth y Fairfield Porter.
Los realistas que se destacaron en las décadas
de 1970 y 1980 fueron aquellos que habían asumido algunos de los
conceptos estéticos del arte abstracto. El fotorrealismo se basaba
en la fotografía para conseguir una variedad de pintura realista
impersonal, con detalles precisos, como en los meticulosos paisajes urbanos
de Richard Estes.
Los desnudos rigurosamente estructurados de Philip Pearlstein
y las composiciones planas de Alex Katz y Wayne Thiebaud conferían
también al realismo un tono frío y abstracto. Mientras tanto,
en América Latina empezaban a brillar figuras como el ecuatoriano
Oswaldo Guayasamín, que acude a las aristas pronunciadas y a la
deformación para expresar a menudo un contenido político.
Nuevas tendencias abstractas
|
Obra de Larry Poons |
Después de la intensa subjetividad del expresionismo abstracto,
la pintura abstracta se inclinó hacia una pureza formal más rigurosa e
impersonal.
La culminación de esta tendencia fue el
minimalismo, en el cual la pintura se reducía a simples formas
geométricas, motivos rítmicos o colores lisos. A la cabeza
de los minimalistas estaban Kenneth Noland, Larry Poons, Robert Ryman
y Brice Marden. La
Hard-edge abstraction fue un movimiento relacionado
con el anterior, que evolucionó hacia composiciones abstractas
más complejas y dinámicas en las obras de Frank Stella y
Al Held.
Bajo la influencia de la máxima de Duchamp, según la cual
la pintura debía estar "al servicio de la mente", el
arte conceptual solía consistir en una sola palabra o en una afirmación
teórica. En esta época destaca el uruguayo Nelson Ramos.
La pintura europea de la posguerra
Entre los pintores que destacaron después de la II Guerra Mundial
se encontraba Jean Dubuffet y Karel Appel. En Inglaterra las agónicas
figuras de Francis Bacon y los cuadros urbanos, llenos de lirismo, de
David Hockney dan fe de la vitalidad de la pintura figurativa inglesa.
En América Latina, el dibujante, pintor, moralista y escultor colombiano
Fernando Botero empieza e exponer desde principios de la década
de 1950. La factura ingeniosa de sus personajes obesos deja ver la influencia
de los pintores italianos del quattrocento.
Neo-expresionismo
En la década de 1980 varios artistas jóvenes, europeos
y americanos, se rebelaron contra la pureza formalista, impersonal y austera,
de gran parte del arte abstracto. El resultado fue un resurgimiento de
la pintura figurativa y narrativa llamado neo-expresionismo. Muchos de
los seguidores de este movimiento evitaron la representación realista,
empleando en su lugar pinceladas toscas y colores fuertes para plasmar
sus visiones subjetivas, por lo general ambiguas y enigmáticas.
Fuente: Enciclopedia Encarta