“La gran transformación”, 2006. Karen Armstrong
Karen Armstrong, original historiadora de las religiones, logró en “La
gran transformación” una de sus más bellas obras, al representar de
forma cronológica y simultánea los avances de la llamada “era axial” de la humanidad, desde el Occidente helénico hasta el Extremo Oriente chino.
¿Qué es la “era axial”, concepto que toma Armstrong del filósofo Karl Jaspers?
La Era Axial se extendería del 900 al 200 antes de Cristo. En cuatro regiones distintas del mundo vieron la luz grandes tradiciones que han continuado nutriendo la humanidad: confucionismo y taoísmo en China, hinduismo y budismo en la India, monoteísmo en Israel y racionalismo filosófico en Grecia.
Antes de la era axial, los rituales y los sacrificios animales eran parte fundamental de la búsqueda religiosa. Se experimentaba lo divino en dramas sagrados que, como en una gran experiencia teatral de la actualidad, te conducían a otro nivel de existencia. Los sabios de la era axial cambiaron este hecho; seguían valorando los rituales, pero les daban un nuevo significado ético y ponían la moralidad en el corazón de la vida espiritual.
Los sabios axiales no estaban interesados en proporcionar a sus discípulos una pequeña elevación edificante del espíritu, después de la cual podían volver con renovado vigor a sus vidas centradas en ellos mismos. Su objetivo era crear un tipo de ser humano totalmente distinto. Todos los sabios predicaban una espiritualidad de la empatía y la compasión; insistían en que la gente debía abandonar su egoísmo y su codicia, su violencia y su crueldad. No sólo estaba mal matar a otros seres humanos, sino que tampoco había que pronunciar palabras hostiles, ni hacer gestos de irritación.
El primer catalizador del cambio religioso normalmente era un rechazo de principio a la agresividad que los sabios contemplaban en su entorno. Cuando empezaban a buscar las causas de la violencia en la psique, los filósofos axiales penetraban en su mundo interior y empezaban a explorar un reino de experiencia humana desconocido hasta entonces.
El consenso de la era axial es testimonio elocuente de unanimidad en la búsqueda espiritual de la raza humana. Las gentes axiales averiguaron que la ética compasiva funcionaba.
La era axial fue uno de los períodos más influyentes de los cambios intelectuales, psicológicos, filosóficos y religiosos de la historia que recordamos; no habrá nada comparable hasta la Gran Transformación Occidental que crearía nuestra propia modernidad científica y tecnológica.
Con tan impresionante presentación comienza el viaje de este libro, desde las primeras religiones primitivas hasta la confluencia de las doctrinas éticas en el mundo romano que acabaría llevando a un mundo ideológicamente dominado por el cristianismo occidental.
¿Podemos establecer un inicio más o menos cierto para este proceso?
El primer pueblo en buscar una espiritualidad de la era axial fue el de los pastores que vivían en las estepas del sur de Rusia, y que se llamaban a sí mismos arios.(…) No eran un pueblo guerrero, ya que, aparte de unas pocas escaramuzas entre ellos o con grupos rivales, no tenían enemigos ni ambición de grandes territorios. (…) Los arios nunca perderían su profundo respeto por el “espíritu”, que compartían con otros seres, y esto se convertiría en principio básico de su era axial. Arrebatar la vida de cualquier ser era un acto terrible, que no se podía tomar a la ligera, y el ritual sacrificial obligaba a los arios a enfrentarse con esta dura ley de la existencia.
Hacia 1500 ac, la violencia iba en aumento en las estepas, como nunca se había visto. La edad heroica había comenzado. La antigua religión aria predicaba la reciprocidad, el sacrificio y la amabilidad con los animales. Aquello ya no atraía a los ladrones de ganado y horrorizó a los arios más tradicionales. (…) Quizá los dioses superiores pacíficos estaban siendo atacados por los dioses menores, guerreros. (…) El dios supremo, Ahura Mazda, le dijo a Zoroastro que debía movilizar a su pueblo en una guerra santa contra el error y la violencia. (…) Debían entregarse al dios supremo, que sólo podía darles paz y seguridad. Los dioses guerreros menores y los ladrones de ganado debían ser derrotados y destruidos. (…) Hasta las mujeres y los sirvientes podían realizar una contribución valiosa. (…) El Espíritu Hostil había invadido la tierra y la había llenado de pecado, violencia, falsedad. Los hombres buenos debían mantener todo su entorno libre de suciedad. Separando a los puros de los impuros, el bien del mal, librarían al mundo para el señor Mazda. (…) En su apasionada visión ética, Zoroastro ya preludiaba la era axial.
Pero el gran avance –atención- se dio en la India, región del mundo poblada también por indoeuropeos arios:
Parece que la renuncia de los ascetas comenzó en la india hacia el siglo VIII ac. Eran devotos de un Dios llamado Rudra y practicaban las “tres respiraciones” para producir un cambio de conciencia, una forma temprana de yoga.
Hacia el siglo VII ac el sacerdote brahmán se considera un dios visible. Más adelante se irían al bosque a practicar una vida santa sin maestro. (…) En la India, primero los ritualistas habían reformado las antiguas y tumultuosas religiones sacrificiales. El sacrificador se había convertido en una persona solitaria y el renunciante llevaba a un paso más adelante su soledad. La gente admiraba a los renunciantes y los veía como héroes espirituales, valientes pioneros de un nuevo sendero espiritual. (…) El nuevo héroe de la era axial no era un valiente guerrero, sino un monje dedicado a la no-violencia, que estaba decidido a descubrir lo absoluto haciéndose consciente del núcleo más íntimo de su ser.
Eliminando capa tras capa de conocimiento superficial, el místico Yajnavalkya llevaba a sus discípulos a percibir las realidades cotidianas como manifestaciones de lo absoluto, y a ver que el núcleo del “yo” no era ese “yo” individual que gobernaba nuestras vidas cotidianas, sino una realidad primordial por derecho propio. (…) La contemplación metafísica era sólo una pequeña parte de la iniciación. Había que ser casto, abandonar la guerra y practicar la no-violencia. Los sabios humanos estaban descubriendo una tecnología espiritual que sólo funcionaría si la gente abandonaba el ego agresivamente autoasertivo.
Este ideal de no-violencia que comienza en la India no logra pasar de los individuos que se someten a un riguroso autocontrol mediante prácticas ascéticas a la gran masa social, aunque sin duda la influye en alguna manera, y, por el otro lado, la sociedad requiere de algo más que menos agresividad para progresar por el bienestar común: también requiere la puesta en marcha de fórmulas cooperativas que den fruto en lo económico.
En Occidente, consideramos que fue el pensamiento laico iniciado en la antigua Grecia el que acabaría llevándonos (aunque por muy tortuosos caminos) al progreso actual.
¿Podemos abordar el fenómeno de progreso racional en el pensamiento griego también desde la perspectiva de la “era axial”?
En un principio, la religión griega, relacionada asimismo con las tradiciones indoeuropeas, no parece muy prometedora:
El culto del héroe era un rasgo único de la religión griega. (…) En la guerra, según parecía sugerir Homero, los hombres vivían de una forma mucho más intensa. Si sus gloriosas hazañas eran recordadas en canciones épicas, el héroe conseguiría superar el olvido de la muerte y alcanzaba la única inmortalidad posible.
Pero, de alguna forma, algo sucede. Armstrong parece identificar el momento critico con el gobierno de Solón en la Atenas pre-clásica:
Solón había secularizado la política. En la visión holística de la antigüedad, la justicia formaba parte de un orden cósmico que gobernaba incluso a los dioses. Pero Solon no tenía tiempo para tratar ese problema. La naturaleza estaba gobernada por sus propias leyes, que no podían verse afectadas por las acciones de hombres y mujeres. Los griegos estaban empezando a pensar de una forma nueva, analítica, separando los distintos componentes del problema y dando a cada uno su integridad, y luego procediendo a encontrar una solución lógica.
Al mismo tiempo, en la antigua Grecia coexistían diversas corrientes de sensibilidad: junto a las primeras iniciativas de un gobierno laico y racional, coexiste un misticismo irracional
Los griegos periódicamente sentían la necesidad de rendirse a lo irracional. (…) En Eleusis lograban asimilarse con los símbolos sagrados, dejar su propia identidad, convertirse en uno con los dioses, y experimentar la posesión divina.
Y, por otra parte, la era axial procedente de Oriente llega a alcanzar a algunos griegos:
Unos pocos griegos de dos movimientos marginales, en el siglo VI ac, se elevaron hacia la visión de la era axial que estaba surgiendo en otras partes del mundo. Los órficos ni siquiera sacrificaban un animal ceremonial y adoptaron una ética vegetariana. Su modelo era Orfeo que lloró la muerte de su esposa y se negó a volverse a casar. Era un hombre pacífico cuya poesía amansaba a las fieras salvajes. (…) Los pitagóricos enseñaron una versión de la doctrina hindú del Karma. Eran vegetarianos y buscaban la iluminación a través del estudio de las ciencias y las matemáticas. Esperaban poder apartarse de las contaminaciones del mundo físico y llegar a tener una visión del orden divino.
Parece que será la tolerante confluencia de pensamientos tan distintos lo que acabe llevando a la creación de la filosofía:
Los primeros filósofos, los milesios, estaban empezando a creer que era necesario seguir las indicaciones de la razón hasta sus últimas conclusiones, aunque con ello invalidasen la sabiduría convencional. Para encontrar la sustancia primigenia, un filósofo tenía que ir más allá de lo que se conocía con los sentidos en busca de una sustancia más fundamental e intangible. (…) Estas cosmologías no tenían nada que ver con la iluminación espiritual. Los milesios desarrollaron sus especulaciones por sí mismas, y así sembraron las semillas del futuro racionalismo occidental.
Leyendo el libro de Karen Armstrong, no siempre nos queda claro si el descubrimiento hindú de la ética no-violenta se expandió desde el subcontinente del sur de Asia o fue redescubierto poco a poco a partir de todas las religiones que predicaban una moderación de la violencia. Lo que parece claro es que son las circunstancias catastróficas de las guerras entre los nuevos estados las que inducen a buscar una sabiduría pacífica. Y eso, a pesar de que los mitos heroicos de las gestas de los grandes reyes no dejan de resultar atractivas. Pero junto a los grandes guerreros destacan los gobernantes prudentes. Esto es especialmente notable en China, donde toda la religión está en función de la necesidad política del buen gobierno.
Confucio consideró que podía educar a un grupo de hombres santos e ilustrados para que educasen a su vez al pueblo en el Camino y les mostrasen cuál era su deber. (…) Después de maravillarnos con los logros sobrecogedores de los yoguis, alivia mucho volverse hacia Confucio, cuyo Camino, si se entiende como es debido, resulta accesible para todo el mundo. (…) Confucio estaba convencido de que la causa original de los desórdenes sociales se encontraba en el descuido de los ritos tradicionales. (...) La virtud tradicional estimulaba un espíritu de moderación y generosidad. (…) Como los sabios hindúes, Confucio veía el “principio del ego” como la fuente de la mezquindad y la crueldad humanas. Si la gente es capaz de perder su egoísmo y someterse a las demandas altruistas de la virtud en todos los momentos de su vida, se verían transformados por la belleza de la santidad. (…) La virtud enseñaba a los hombres a tratar a los demás como iguales. Se convertían en compañeros durante las ceremonias. Los ritos hacían conscientes a las personas de la santidad de la vida, y por tanto le conferían santidad.
De hecho, son los chinos los primeros que teorizan acerca de la necesidad del ritual como terapia social, aun a sabiendas de que las justificaciones teológicas de las religiones rituales son muy poco probables: lo importante no es si una religión es verdadera o no, sino si cumple su función de unir voluntades y atemperar la ira.
Los griegos harán de nuevo un descubrimiento extraordinario en lo relativo a exteriorizar socialmente las emociones.
Las tragedias griegas mostraban la nueva conciencia propia de la era axial. El auditorio veía cómo la mente de los protagonistas iba dando vueltas sobre sí misma, meditando las alternativas y llegando, tortuosamente, a una conclusión. (…) Por encima de todo, la tragedia ponía en escena el sufrimiento. (…) Los griegos creían firmemente que compartir el dolor y las lágrimas creaba un lazo valioso entre las personas. (…) En otras naciones, la experiencia atroz de la inherente vulnerabilidad impulsaba a muchos a encontrar el absoluto en su propio y frágil yo, pero los griegos, al parecer, sólo veían el abismo. (…) El sueño de la iluminación, parecía decir Sófocles, era sólo una ilusión.(…) Los hombres y mujeres mortales no eran dueños de su destino. Cuando llegaban al final de sus esfuerzos, no podían hacer otra cosa que aceptar su destino sin vacilar, con coraje. Esto, según Sófocles, era lo que constituía la grandeza humana.
Y es en ese contexto cuando aparecerá en el mundo helénico el único héroe axial comparable a un Buda o un Confucio:
Sócrates había inventado la dialéctica, un diálogo riguroso destinado a airear las falsas creencias y averiguar la verdad. Haciendo preguntas y analizando las implicaciones de las respuestas, averiguaban los fallos e inconsistencias a cada punto de vista en particular. (…) Se trataba de una versión de la brahmodya hindú, una competición que intentaba formular la verdad absoluta, pero que siempre acababa en silencio. En el momento final, habían sentido lo absoluto, aunque no supieran formularlo con coherencia.
El conocimiento adquirido por Sócrates resultaba inseparable de la virtud. No creía que el valor, la justicia, la piedad y la amistad fuesen ficciones vacías. Si uno trabaja duro, la verdad se puede convertir en realidad en la propia vida. El conocimiento era moralidad. Si uno comprendía la esencia de la bondad, estaba obligado a actuar adecuadamente. (…) En el mundo había maldad porque la gente tenía ideas inadecuadas acerca de la vida y la moralidad.
Según Sócrates, ser incapaz de pensar profundamente sobre el significado es una traición al alma. El descubrimiento de la psyche fue uno de los logros más importantes de Platón y Sócrates. A diferencia del atman hindú, la psyche estaba separada del cuerpo y sobrevivía a la muerte del ser. El alma se veía dañada por las acciones equivocadas, pero se beneficiaba de los hechos buenos y justos. “No deberíamos vengarnos ni devolver mal por mal a nadie, cualquiera que sea el daño que hemos sufrido”.
Aunque el ateísmo tiene algunos precedentes en la filosofía Samkhya hindú, también la Grecia clásica acabará descubriéndolo y, sobre todo, logrará que, a la larga, este descubrimiento influya en las generaciones futuras:
Protágoras escribió que “el hombre es la medida de todas las cosas”. El individuo debía confiar en sus propios juicios; no había autoridad trascendente, ni Dios Supremo que pudiese imponer su visión sobre la humanidad. Algunos atenienses encontraron liberador este hecho y descubrieron que su hábito de cuestionar las suposiciones más básicas abría nuevas puertas y les daba nuevos conocimientos sobre la religión. Según Protagóras: “en lo que respecta a los dioses, no tengo medio alguno de saber si existen o no, ni tampoco la forma que tienen, ya que existen muchos obstáculos para tal conocimiento”.
Lejos de deshumanizar la convivencia, estos descubrimientos fundamentales del racionalismo conllevan una apertura que dejará entrar los principios de las religiones compasivas también en el mundo del Mediterráneo. Y aquí es donde aparece la religión judía que, en contra de lo que muchos creen, ya antes de Jesucristo se había expandido en el ámbito helénico (Imperio Romano de Oriente, de cultura griega) y aún continuaría su expansión más adelante en el tiempo.
Los fariseos creían que todo el conjunto de Israel estaba llamado a convertirse en una nación sagrada de sacerdotes, y que Dios se podía experimentar en el hogar más humilde igual que en el templo. Podían expiar los pecados mediante actos de amor y amabilidad, en lugar de mediante sacrificios de animales. La caridad era el mandamiento más importante de la ley.
Las diferencias, pues, del fariseísmo judío con respecto al cristianismo serían sólo de grado, quizá acentuándose más la diferencia en ser menos dependiente de la ortodoxia ritual.
Más tarde, los cristianos darían mucha importancia a la ortodoxia, la aceptación de la enseñanza correcta, pero Pablo habría encontrado esto difícil de comprender. Para Pablo, la religión era cuestión de vaciamiento (kenosis) y amor. (…) Una de las instrucciones de Jesús más asombrosas (y según los estudiosos auténtica) prohibía todo odio. La paradoja “amad a vuestros enemigos” probablemente estaba destinada a conmocionar a sus oyentes ante aquella nueva forma de conocimiento. Esto requería kenosis, abandono, porque había que ofrecer benevolencia sin esperanza de compensación alguna.
Llama la atención en este libro el cierto desdén con el que se tratan las filosofías helenísticas
Epicuro creía que el placer era el objetivo fundamental de la vida humana, éste consistía no en la sensualidad ni en la autoindulgencia, sino en la liberación del sufrimiento, evitando toda alteración mental. Debían tratar de distanciarse de los asuntos públicos y liberarse del temor a la muerte y el deseo de eternidad. (…) Los estoicos de Zenón creían que no había separación entre cuerpo y espíritu. La fuerza divina era inmanente y lo penetraba todo. La actitud correcta era de resignada aquiescencia a la divinidad. Debían cultivar la paz interior, evitar toda ocasión de inquietud, cumplir con su deber conscientemente. (..) Pirrón, el fundador de los escépticos, insistía en que la mejor forma de vivir era suspender el juicio. Veía el esceptismo como una terapia. (…) Existe un fatalismo en estas filosofías griegas del siglo III ac que era anatema para la era axial. No tenían ninguna exigencia ética heroica. Querían la paz mental que Sócrates había poseído al enfrentarse a la muerte. Eran hombres del pueblo como Sócrates que hablaban a todos por igual. Pero Sócrates nunca hubiera asegurado que el único objetivo del ser humano es eliminar las perturbaciones.
En lugar de buscar la ataraxia (liberación del sufrimiento) los sabios axiales habían obligado a sus contemporáneos a aceptar el dolor. (…) Uno sólo podía alcanzar la liberación pasando por el dolor. Pero las filosofías helenísticas estaban totalmente concentradas en el yo. Los estoicos tomaban parte en la vida pública y trabajaban generosamente por el bien de los otros, pero no se les permitía sentir empatía por la gente a la que servían, pues ello hubiera alterado su equilibrio. Esa fría autosuficiencia es ajena a la era axial. (…) Los filósofos helenísticos quizá no fuesen tan revolucionarios como sus predecesores, pero tuvieron una influencia duradera y fueron el epítome del espíritu occidental que estaba surgiendo.
No se menciona a los cínicos, y sorprende que no se señale la relevancia que tendría el estoicismo romano de un Séneca o un Marco Aurelio a la hora de hacer aceptables las doctrinas compasivas. Por otra parte, la “fría autosuficiencia” de los estoicos no parece muy diferente a la de los jainistas hindúes o al confucionismo.
En cualquier caso, la conclusión de este libro es bien clara, e incluso reiterativa:
Los seres humanos estamos probablemente condicionados para la autodefensa, pero los sabios axiales descubrieron que si cultivamos metódicamente un estado de mente distinto, experimentamos un estado alternativo de conciencia.
De lo que se trata es, por tanto, de que a medida que las sociedades se han ido haciendo más complejas, a medida que la población ha aumentado y han surgido las grandes ciudades donde coinciden distintas sensibilidades se ha hecho inevitable la aparición de doctrinas religiosas diferentes a las anteriores como intento de paliar las nuevas circunstancias de conflictividad y como inevitable consecuencia del intercambio intelectual entre los inconformistas.
Toda religión supone un mandato interno para poner en marcha estrategias psicológicas de masas que favorezcan la cooperación y disminuyan la agresividad social que la obstaculiza, pero las de la era axial desarrollaban técnicas de apaciguamiento interior que buscaban cortar de raíz la agresividad actuando desde el ámbito de la privacidad. Semejante tarea sólo es posible si se desarrollan técnicas como la meditación (que aparece en la India), la seclusión monástica (otra creación de la India) y doctrinas psicológicas complejas que den lugar a nuevos conceptos cognitivos, como “caridad”, “virtud”, “santidad”, “iluminación”, “culpa”, “pecado".
¿Qué es la “era axial”, concepto que toma Armstrong del filósofo Karl Jaspers?
La Era Axial se extendería del 900 al 200 antes de Cristo. En cuatro regiones distintas del mundo vieron la luz grandes tradiciones que han continuado nutriendo la humanidad: confucionismo y taoísmo en China, hinduismo y budismo en la India, monoteísmo en Israel y racionalismo filosófico en Grecia.
Antes de la era axial, los rituales y los sacrificios animales eran parte fundamental de la búsqueda religiosa. Se experimentaba lo divino en dramas sagrados que, como en una gran experiencia teatral de la actualidad, te conducían a otro nivel de existencia. Los sabios de la era axial cambiaron este hecho; seguían valorando los rituales, pero les daban un nuevo significado ético y ponían la moralidad en el corazón de la vida espiritual.
Los sabios axiales no estaban interesados en proporcionar a sus discípulos una pequeña elevación edificante del espíritu, después de la cual podían volver con renovado vigor a sus vidas centradas en ellos mismos. Su objetivo era crear un tipo de ser humano totalmente distinto. Todos los sabios predicaban una espiritualidad de la empatía y la compasión; insistían en que la gente debía abandonar su egoísmo y su codicia, su violencia y su crueldad. No sólo estaba mal matar a otros seres humanos, sino que tampoco había que pronunciar palabras hostiles, ni hacer gestos de irritación.
El primer catalizador del cambio religioso normalmente era un rechazo de principio a la agresividad que los sabios contemplaban en su entorno. Cuando empezaban a buscar las causas de la violencia en la psique, los filósofos axiales penetraban en su mundo interior y empezaban a explorar un reino de experiencia humana desconocido hasta entonces.
El consenso de la era axial es testimonio elocuente de unanimidad en la búsqueda espiritual de la raza humana. Las gentes axiales averiguaron que la ética compasiva funcionaba.
La era axial fue uno de los períodos más influyentes de los cambios intelectuales, psicológicos, filosóficos y religiosos de la historia que recordamos; no habrá nada comparable hasta la Gran Transformación Occidental que crearía nuestra propia modernidad científica y tecnológica.
Con tan impresionante presentación comienza el viaje de este libro, desde las primeras religiones primitivas hasta la confluencia de las doctrinas éticas en el mundo romano que acabaría llevando a un mundo ideológicamente dominado por el cristianismo occidental.
¿Podemos establecer un inicio más o menos cierto para este proceso?
El primer pueblo en buscar una espiritualidad de la era axial fue el de los pastores que vivían en las estepas del sur de Rusia, y que se llamaban a sí mismos arios.(…) No eran un pueblo guerrero, ya que, aparte de unas pocas escaramuzas entre ellos o con grupos rivales, no tenían enemigos ni ambición de grandes territorios. (…) Los arios nunca perderían su profundo respeto por el “espíritu”, que compartían con otros seres, y esto se convertiría en principio básico de su era axial. Arrebatar la vida de cualquier ser era un acto terrible, que no se podía tomar a la ligera, y el ritual sacrificial obligaba a los arios a enfrentarse con esta dura ley de la existencia.
Hacia 1500 ac, la violencia iba en aumento en las estepas, como nunca se había visto. La edad heroica había comenzado. La antigua religión aria predicaba la reciprocidad, el sacrificio y la amabilidad con los animales. Aquello ya no atraía a los ladrones de ganado y horrorizó a los arios más tradicionales. (…) Quizá los dioses superiores pacíficos estaban siendo atacados por los dioses menores, guerreros. (…) El dios supremo, Ahura Mazda, le dijo a Zoroastro que debía movilizar a su pueblo en una guerra santa contra el error y la violencia. (…) Debían entregarse al dios supremo, que sólo podía darles paz y seguridad. Los dioses guerreros menores y los ladrones de ganado debían ser derrotados y destruidos. (…) Hasta las mujeres y los sirvientes podían realizar una contribución valiosa. (…) El Espíritu Hostil había invadido la tierra y la había llenado de pecado, violencia, falsedad. Los hombres buenos debían mantener todo su entorno libre de suciedad. Separando a los puros de los impuros, el bien del mal, librarían al mundo para el señor Mazda. (…) En su apasionada visión ética, Zoroastro ya preludiaba la era axial.
Pero el gran avance –atención- se dio en la India, región del mundo poblada también por indoeuropeos arios:
Parece que la renuncia de los ascetas comenzó en la india hacia el siglo VIII ac. Eran devotos de un Dios llamado Rudra y practicaban las “tres respiraciones” para producir un cambio de conciencia, una forma temprana de yoga.
Hacia el siglo VII ac el sacerdote brahmán se considera un dios visible. Más adelante se irían al bosque a practicar una vida santa sin maestro. (…) En la India, primero los ritualistas habían reformado las antiguas y tumultuosas religiones sacrificiales. El sacrificador se había convertido en una persona solitaria y el renunciante llevaba a un paso más adelante su soledad. La gente admiraba a los renunciantes y los veía como héroes espirituales, valientes pioneros de un nuevo sendero espiritual. (…) El nuevo héroe de la era axial no era un valiente guerrero, sino un monje dedicado a la no-violencia, que estaba decidido a descubrir lo absoluto haciéndose consciente del núcleo más íntimo de su ser.
Eliminando capa tras capa de conocimiento superficial, el místico Yajnavalkya llevaba a sus discípulos a percibir las realidades cotidianas como manifestaciones de lo absoluto, y a ver que el núcleo del “yo” no era ese “yo” individual que gobernaba nuestras vidas cotidianas, sino una realidad primordial por derecho propio. (…) La contemplación metafísica era sólo una pequeña parte de la iniciación. Había que ser casto, abandonar la guerra y practicar la no-violencia. Los sabios humanos estaban descubriendo una tecnología espiritual que sólo funcionaría si la gente abandonaba el ego agresivamente autoasertivo.
Este ideal de no-violencia que comienza en la India no logra pasar de los individuos que se someten a un riguroso autocontrol mediante prácticas ascéticas a la gran masa social, aunque sin duda la influye en alguna manera, y, por el otro lado, la sociedad requiere de algo más que menos agresividad para progresar por el bienestar común: también requiere la puesta en marcha de fórmulas cooperativas que den fruto en lo económico.
En Occidente, consideramos que fue el pensamiento laico iniciado en la antigua Grecia el que acabaría llevándonos (aunque por muy tortuosos caminos) al progreso actual.
¿Podemos abordar el fenómeno de progreso racional en el pensamiento griego también desde la perspectiva de la “era axial”?
En un principio, la religión griega, relacionada asimismo con las tradiciones indoeuropeas, no parece muy prometedora:
El culto del héroe era un rasgo único de la religión griega. (…) En la guerra, según parecía sugerir Homero, los hombres vivían de una forma mucho más intensa. Si sus gloriosas hazañas eran recordadas en canciones épicas, el héroe conseguiría superar el olvido de la muerte y alcanzaba la única inmortalidad posible.
Pero, de alguna forma, algo sucede. Armstrong parece identificar el momento critico con el gobierno de Solón en la Atenas pre-clásica:
Solón había secularizado la política. En la visión holística de la antigüedad, la justicia formaba parte de un orden cósmico que gobernaba incluso a los dioses. Pero Solon no tenía tiempo para tratar ese problema. La naturaleza estaba gobernada por sus propias leyes, que no podían verse afectadas por las acciones de hombres y mujeres. Los griegos estaban empezando a pensar de una forma nueva, analítica, separando los distintos componentes del problema y dando a cada uno su integridad, y luego procediendo a encontrar una solución lógica.
Al mismo tiempo, en la antigua Grecia coexistían diversas corrientes de sensibilidad: junto a las primeras iniciativas de un gobierno laico y racional, coexiste un misticismo irracional
Los griegos periódicamente sentían la necesidad de rendirse a lo irracional. (…) En Eleusis lograban asimilarse con los símbolos sagrados, dejar su propia identidad, convertirse en uno con los dioses, y experimentar la posesión divina.
Y, por otra parte, la era axial procedente de Oriente llega a alcanzar a algunos griegos:
Unos pocos griegos de dos movimientos marginales, en el siglo VI ac, se elevaron hacia la visión de la era axial que estaba surgiendo en otras partes del mundo. Los órficos ni siquiera sacrificaban un animal ceremonial y adoptaron una ética vegetariana. Su modelo era Orfeo que lloró la muerte de su esposa y se negó a volverse a casar. Era un hombre pacífico cuya poesía amansaba a las fieras salvajes. (…) Los pitagóricos enseñaron una versión de la doctrina hindú del Karma. Eran vegetarianos y buscaban la iluminación a través del estudio de las ciencias y las matemáticas. Esperaban poder apartarse de las contaminaciones del mundo físico y llegar a tener una visión del orden divino.
Parece que será la tolerante confluencia de pensamientos tan distintos lo que acabe llevando a la creación de la filosofía:
Los primeros filósofos, los milesios, estaban empezando a creer que era necesario seguir las indicaciones de la razón hasta sus últimas conclusiones, aunque con ello invalidasen la sabiduría convencional. Para encontrar la sustancia primigenia, un filósofo tenía que ir más allá de lo que se conocía con los sentidos en busca de una sustancia más fundamental e intangible. (…) Estas cosmologías no tenían nada que ver con la iluminación espiritual. Los milesios desarrollaron sus especulaciones por sí mismas, y así sembraron las semillas del futuro racionalismo occidental.
Leyendo el libro de Karen Armstrong, no siempre nos queda claro si el descubrimiento hindú de la ética no-violenta se expandió desde el subcontinente del sur de Asia o fue redescubierto poco a poco a partir de todas las religiones que predicaban una moderación de la violencia. Lo que parece claro es que son las circunstancias catastróficas de las guerras entre los nuevos estados las que inducen a buscar una sabiduría pacífica. Y eso, a pesar de que los mitos heroicos de las gestas de los grandes reyes no dejan de resultar atractivas. Pero junto a los grandes guerreros destacan los gobernantes prudentes. Esto es especialmente notable en China, donde toda la religión está en función de la necesidad política del buen gobierno.
Confucio consideró que podía educar a un grupo de hombres santos e ilustrados para que educasen a su vez al pueblo en el Camino y les mostrasen cuál era su deber. (…) Después de maravillarnos con los logros sobrecogedores de los yoguis, alivia mucho volverse hacia Confucio, cuyo Camino, si se entiende como es debido, resulta accesible para todo el mundo. (…) Confucio estaba convencido de que la causa original de los desórdenes sociales se encontraba en el descuido de los ritos tradicionales. (...) La virtud tradicional estimulaba un espíritu de moderación y generosidad. (…) Como los sabios hindúes, Confucio veía el “principio del ego” como la fuente de la mezquindad y la crueldad humanas. Si la gente es capaz de perder su egoísmo y someterse a las demandas altruistas de la virtud en todos los momentos de su vida, se verían transformados por la belleza de la santidad. (…) La virtud enseñaba a los hombres a tratar a los demás como iguales. Se convertían en compañeros durante las ceremonias. Los ritos hacían conscientes a las personas de la santidad de la vida, y por tanto le conferían santidad.
De hecho, son los chinos los primeros que teorizan acerca de la necesidad del ritual como terapia social, aun a sabiendas de que las justificaciones teológicas de las religiones rituales son muy poco probables: lo importante no es si una religión es verdadera o no, sino si cumple su función de unir voluntades y atemperar la ira.
Los griegos harán de nuevo un descubrimiento extraordinario en lo relativo a exteriorizar socialmente las emociones.
Las tragedias griegas mostraban la nueva conciencia propia de la era axial. El auditorio veía cómo la mente de los protagonistas iba dando vueltas sobre sí misma, meditando las alternativas y llegando, tortuosamente, a una conclusión. (…) Por encima de todo, la tragedia ponía en escena el sufrimiento. (…) Los griegos creían firmemente que compartir el dolor y las lágrimas creaba un lazo valioso entre las personas. (…) En otras naciones, la experiencia atroz de la inherente vulnerabilidad impulsaba a muchos a encontrar el absoluto en su propio y frágil yo, pero los griegos, al parecer, sólo veían el abismo. (…) El sueño de la iluminación, parecía decir Sófocles, era sólo una ilusión.(…) Los hombres y mujeres mortales no eran dueños de su destino. Cuando llegaban al final de sus esfuerzos, no podían hacer otra cosa que aceptar su destino sin vacilar, con coraje. Esto, según Sófocles, era lo que constituía la grandeza humana.
Y es en ese contexto cuando aparecerá en el mundo helénico el único héroe axial comparable a un Buda o un Confucio:
Sócrates había inventado la dialéctica, un diálogo riguroso destinado a airear las falsas creencias y averiguar la verdad. Haciendo preguntas y analizando las implicaciones de las respuestas, averiguaban los fallos e inconsistencias a cada punto de vista en particular. (…) Se trataba de una versión de la brahmodya hindú, una competición que intentaba formular la verdad absoluta, pero que siempre acababa en silencio. En el momento final, habían sentido lo absoluto, aunque no supieran formularlo con coherencia.
El conocimiento adquirido por Sócrates resultaba inseparable de la virtud. No creía que el valor, la justicia, la piedad y la amistad fuesen ficciones vacías. Si uno trabaja duro, la verdad se puede convertir en realidad en la propia vida. El conocimiento era moralidad. Si uno comprendía la esencia de la bondad, estaba obligado a actuar adecuadamente. (…) En el mundo había maldad porque la gente tenía ideas inadecuadas acerca de la vida y la moralidad.
Según Sócrates, ser incapaz de pensar profundamente sobre el significado es una traición al alma. El descubrimiento de la psyche fue uno de los logros más importantes de Platón y Sócrates. A diferencia del atman hindú, la psyche estaba separada del cuerpo y sobrevivía a la muerte del ser. El alma se veía dañada por las acciones equivocadas, pero se beneficiaba de los hechos buenos y justos. “No deberíamos vengarnos ni devolver mal por mal a nadie, cualquiera que sea el daño que hemos sufrido”.
Aunque el ateísmo tiene algunos precedentes en la filosofía Samkhya hindú, también la Grecia clásica acabará descubriéndolo y, sobre todo, logrará que, a la larga, este descubrimiento influya en las generaciones futuras:
Protágoras escribió que “el hombre es la medida de todas las cosas”. El individuo debía confiar en sus propios juicios; no había autoridad trascendente, ni Dios Supremo que pudiese imponer su visión sobre la humanidad. Algunos atenienses encontraron liberador este hecho y descubrieron que su hábito de cuestionar las suposiciones más básicas abría nuevas puertas y les daba nuevos conocimientos sobre la religión. Según Protagóras: “en lo que respecta a los dioses, no tengo medio alguno de saber si existen o no, ni tampoco la forma que tienen, ya que existen muchos obstáculos para tal conocimiento”.
Lejos de deshumanizar la convivencia, estos descubrimientos fundamentales del racionalismo conllevan una apertura que dejará entrar los principios de las religiones compasivas también en el mundo del Mediterráneo. Y aquí es donde aparece la religión judía que, en contra de lo que muchos creen, ya antes de Jesucristo se había expandido en el ámbito helénico (Imperio Romano de Oriente, de cultura griega) y aún continuaría su expansión más adelante en el tiempo.
Los fariseos creían que todo el conjunto de Israel estaba llamado a convertirse en una nación sagrada de sacerdotes, y que Dios se podía experimentar en el hogar más humilde igual que en el templo. Podían expiar los pecados mediante actos de amor y amabilidad, en lugar de mediante sacrificios de animales. La caridad era el mandamiento más importante de la ley.
Las diferencias, pues, del fariseísmo judío con respecto al cristianismo serían sólo de grado, quizá acentuándose más la diferencia en ser menos dependiente de la ortodoxia ritual.
Más tarde, los cristianos darían mucha importancia a la ortodoxia, la aceptación de la enseñanza correcta, pero Pablo habría encontrado esto difícil de comprender. Para Pablo, la religión era cuestión de vaciamiento (kenosis) y amor. (…) Una de las instrucciones de Jesús más asombrosas (y según los estudiosos auténtica) prohibía todo odio. La paradoja “amad a vuestros enemigos” probablemente estaba destinada a conmocionar a sus oyentes ante aquella nueva forma de conocimiento. Esto requería kenosis, abandono, porque había que ofrecer benevolencia sin esperanza de compensación alguna.
Llama la atención en este libro el cierto desdén con el que se tratan las filosofías helenísticas
Epicuro creía que el placer era el objetivo fundamental de la vida humana, éste consistía no en la sensualidad ni en la autoindulgencia, sino en la liberación del sufrimiento, evitando toda alteración mental. Debían tratar de distanciarse de los asuntos públicos y liberarse del temor a la muerte y el deseo de eternidad. (…) Los estoicos de Zenón creían que no había separación entre cuerpo y espíritu. La fuerza divina era inmanente y lo penetraba todo. La actitud correcta era de resignada aquiescencia a la divinidad. Debían cultivar la paz interior, evitar toda ocasión de inquietud, cumplir con su deber conscientemente. (..) Pirrón, el fundador de los escépticos, insistía en que la mejor forma de vivir era suspender el juicio. Veía el esceptismo como una terapia. (…) Existe un fatalismo en estas filosofías griegas del siglo III ac que era anatema para la era axial. No tenían ninguna exigencia ética heroica. Querían la paz mental que Sócrates había poseído al enfrentarse a la muerte. Eran hombres del pueblo como Sócrates que hablaban a todos por igual. Pero Sócrates nunca hubiera asegurado que el único objetivo del ser humano es eliminar las perturbaciones.
En lugar de buscar la ataraxia (liberación del sufrimiento) los sabios axiales habían obligado a sus contemporáneos a aceptar el dolor. (…) Uno sólo podía alcanzar la liberación pasando por el dolor. Pero las filosofías helenísticas estaban totalmente concentradas en el yo. Los estoicos tomaban parte en la vida pública y trabajaban generosamente por el bien de los otros, pero no se les permitía sentir empatía por la gente a la que servían, pues ello hubiera alterado su equilibrio. Esa fría autosuficiencia es ajena a la era axial. (…) Los filósofos helenísticos quizá no fuesen tan revolucionarios como sus predecesores, pero tuvieron una influencia duradera y fueron el epítome del espíritu occidental que estaba surgiendo.
No se menciona a los cínicos, y sorprende que no se señale la relevancia que tendría el estoicismo romano de un Séneca o un Marco Aurelio a la hora de hacer aceptables las doctrinas compasivas. Por otra parte, la “fría autosuficiencia” de los estoicos no parece muy diferente a la de los jainistas hindúes o al confucionismo.
En cualquier caso, la conclusión de este libro es bien clara, e incluso reiterativa:
Los seres humanos estamos probablemente condicionados para la autodefensa, pero los sabios axiales descubrieron que si cultivamos metódicamente un estado de mente distinto, experimentamos un estado alternativo de conciencia.
De lo que se trata es, por tanto, de que a medida que las sociedades se han ido haciendo más complejas, a medida que la población ha aumentado y han surgido las grandes ciudades donde coinciden distintas sensibilidades se ha hecho inevitable la aparición de doctrinas religiosas diferentes a las anteriores como intento de paliar las nuevas circunstancias de conflictividad y como inevitable consecuencia del intercambio intelectual entre los inconformistas.
Toda religión supone un mandato interno para poner en marcha estrategias psicológicas de masas que favorezcan la cooperación y disminuyan la agresividad social que la obstaculiza, pero las de la era axial desarrollaban técnicas de apaciguamiento interior que buscaban cortar de raíz la agresividad actuando desde el ámbito de la privacidad. Semejante tarea sólo es posible si se desarrollan técnicas como la meditación (que aparece en la India), la seclusión monástica (otra creación de la India) y doctrinas psicológicas complejas que den lugar a nuevos conceptos cognitivos, como “caridad”, “virtud”, “santidad”, “iluminación”, “culpa”, “pecado".