"DE LO ESPIRITUAL EN EL ARTE", Kandinsky
LOS EFECTOS DEL COLOR
Al contemplar una paleta llena de colores obtendremos dos resultados:
1.- Un efecto puramente físico:
la fascinación por la belleza y las cualidades del color. El espectador
podrá sentir o bien una satisfacción y una alegría semejantes a las del
sibarita cuando disfruta de un buen manjar, o bien una excitación como
la del paladar ante un manjar picante. Luego se sosiega y la sensación
desaparece, como tras haber tocado hielo con los dedos. Se trata pues de
sensaciones físicas que, como tales, son de corta duración,
superficiales y no dejan una impresión permanente en el alma. De la
misma forma que al tocar el hielo sólo se siente el frío físico y se
olvida esta sensación cuando el dedo se calienta de nuevo, así
desaparece el efecto físico del color al apartar la vista. Y así como la
sensación física del hielo frío puede ser más penetrante, despertar
sensaciones más profundas y provocar una serie de vivencias
psicológicas, la impresión superficial del color puede también
convertirse en vivencia.
Los objetos
habituales son los únicos que tienen efectos superficiales en una
persona medianamente sensible. Los objetos que percibimos por primera
vez nos producen una impresión psicológica. El niño, como todo es nuevo
para él, percibe así el mundo. Ve la llama y se siente atraído por ella,
al querer tocarla se quema, y le producirá miedo y respeto en lo
sucesivo. Luego aprenderá que el fuego posee cualidades útiles además de
las peligrosas, que elimina la oscuridad y alarga el día, que calienta y
hace la comida, aparte de ser un divertido espectáculo. Tras realizar
estas experiencias se sabe lo que es el fuego y este conocimiento queda
integrado en la mente. El interés y la curiosidad desaparecen, y las
cualidades que posee como espectáculo no encuentran más que
indiferencia. Así es como el mundo va perdiendo su misterio. Sabemos que
los árboles dan sombra, que los caballos y los coches corren, que los
perros muerden, que la luna está muy lejos y que la imagen del espejo no
es real.
A medida que el ser humano se desarrolla, aumenta el número de cualidades que atribuye a los
objetos y los seres. Cuando se alcanza un alto nivel de desarrollo de
la sensibilidad, los objetos y los seres adquieren un valor interior y,
por último, hasta un sonido interno. Lo mismo sucede con el color, que
cuando el nivel de sensibilidad no es muy alto únicamente produce un
efecto superficial, que desaparece al desaparecer el estímulo. Aunque
también a este nivel se tenga que matizar. Por ejemplo, los colores
claros atraen la vista con una intensidad y una fuerza que es mayor aún
en los colores cálidos; el bermellón atrae y excita como la llama, a la
que se contempla con avidez. El estridente amarillo limón duele a la
vista como el tono alto de una trompeta al oído, la mirada no podrá
fijarse y buscará la calma profunda del azul o el verde. En un nivel de
sensibilidad superior, este efecto elemental trae consigo otro más
profundo: una conmoción emocional.
Entramos en la consideración de:
Entramos en la consideración de:
2.- el efecto psicológico
producido por el color. La fuerza psicológica del color provoca una
vibración anímica. La fuerza física elemental es la vía por la que el
color llega al alma.
Cabe
plantearse si este segundo efecto es realmente directo, como suponemos
más arriba, o se produce por asociación. Al estar el alma
inseparablemente unida al cuerpo, es posible que una conmoción psíquica
provoque otra correspondiente por asociación. Por ejemplo, el color rojo
puede provocar una vibración anímica parecida a la del fuego, con el
que se le asocia comúnmente. El rojo cálido quizá sea excitante, hasta
el punto de que puede ser doloroso, por su parecido con la sangre. El
color, en este caso, recuerda a otro agente físico que produce un efecto
psíquico doloroso.
Si
esto fuera así, podríamos explicar sin dificultad, mediante la
asociación, los efectos físicos del color no sólo sobre el sentido de la
vista, sino también sobre los demás sentidos. Podríamos deducir, por
ejemplo, que el amarillo claro produce una sensación ácida por
asociación con el limón.
Sin embargo, no es posible
generalizar este razonamiento. Respecto al sabor del color,
concretamente, hay varios ejemplos en los que no se puede aplicar. Un
médico de Dresde cuenta que uno de sus pacientes, al que describe como
una persona de un nivel intelectual extraordinariamente alto, tenía la sensación de que una determinada salsa sabía azul, es
decir, la sentía como el color azul. Una explicación, parecida pero
diferente, sería que, precisamente en los seres más sensibles, los
accesos al alma son tan directos y las impresiones sobre ésta tan
inmediatas, que el sabor le alcanza inmediatamente produciendo
vibraciones en las vías que la unen con otros órganos sensoriales (en
este caso el ojo). Sería una especie de eco o resonancia como la que se
produce en aquellos instrumentos musicales que sin ser tocados
directamente vibran al unísono con otro.
Los
seres tan sensibles serían como los buenos violines muy usados, que con
cada ligero contacto del arco vibran en todas sus partes y partículas.
Si se acepta esta explicación, tendremos que admitir también que la
vista no sólo está en relación con el sabor, sino también con todos los
demás sentidos. Y así ocurre, en efecto. Algunos colores parecen ásperos
y erizados, y otros son como pulidos y aterciopelados e invitan a la
caricia (como el azul ultramarino oscuro, el verde óxido de cromo, el
barniz de granza). Hay colores que parecen blandos (el barniz de granza)
y otros que parecen tan duros (el verde cobalto, el óxido verde-azul)
que al salir del tubo ya parecen secos. Es corriente, por otra parte, la
expresión colores fragantes.
Finalmente, la cualidad acústica de los colores es tan concreta, que a nadie se le ocurriría reproducir la impresión que produce el amarillo claro sobre las teclas bajas del piano, o describir el barniz de granza oscuro como una voz de soprano.
Sin
embargo, esta explicación, que en el fondo está basada en la
asociación, no será suficiente en algunos casos que nos parecen muy
importantes. Quien haya oído hablar de la Cromoterapia sabe que la luz
de color puede producir determinados efectos en el cuerpo. Se ha
intentado aprovechar esta fuerza del color en el tratamiento de diversas
enfermedades nerviosas, y se ha constatado que la luz roja estimula el
corazón mientras que el azul puede producir una parálisis momentánea. Si
se pudieran observar efectos parecidos sobre los animales, o incluso
las plantas, quedaría invalidada la argumentación por asociación. Esto
demuestra, en cualquier caso, que el color tiene una fuerza enorme pero
poco estudiada, y que puede influir sobre el cuerpo humano en tanto que
organismo físico.
La
asociación, insuficiente como explicación, no nos bastará para
comprender el efecto del color sobre la psique. En general, el color es
un medio para ejercer una influencia directa sobre el alma. El color es
la tecla, el ojo el macuto, y el alma es el piano con sus cuerdas. El
artista es la mano que, mediante una u otra tecla, hace vibrar
adecuadamente el alma humana.
La
armonía de los colores debe fundarse únicamente en el principio del
contacto adecuado con el alma humana, es decir, en lo que llamaremos el
principio de la necesidad interior.
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